perdigones de plata
La diferencia
Cuando mentes confundidas cruzan una línea tan clara, el tufo de su putrefacción moral anega nuestras almas
Estrenaron 'Superman', con ese caracolillo capilar a lo Estrellita Castro estampado sobre la frente, cuando los superhéroes no se habían adueñado de las pantallas grandes para colmar los apetitos de los adultos infantilizados. Brotó entonces, año 78 o así, una noticia que causó alarma entre ... los padres: en un país remoto o en una lejana ciudad, un chaval disfrazado de Superman se lanzó al vacío porque entendió que con ese traje volaría. Cuando mis padres me dijeron gastando rostro severo lo de «¿tú sabes que Superman es un personaje de tebeo, ¿verdad?», lloré porque me humilló la pregunta, pues se desprendía de ella que su hijo era incapaz de separar la realidad de la ficción, con lo cual sospeché que me consideraban personita de mente confusa o, directamente, un imbécil rotundo.
Me temo que mis padres, en cierta manera, se anticiparon a su tiempo. El éxito mundial de la insoportable y sórdida serie Dahmer ha despertado legiones de fans del cafre asesino. Le admiran. Le adoran. Le veneran. Le aman. Uno puede sentir cierto cariño hacia personajes como el Caracuero de 'La matanza de Texas' por su feroz virtuosismo de motosierra, o hacia William Holden disparando frenético la ametralladora al final de 'Grupo salvaje' porque nadie escupió fuego a tanta velocidad, o al Hannibal Lecter de cocinillas que practicaba manduca caníbal en los fogones mientras anda enamoradiscado de la agente Starling, o al Robert Mitchum de 'La noche del cazador' con su pecho palomo interpretando a un predicador navajero y codicioso.
Pero son personajes de ficción, creaciones de mentes acaso retorcidas, vaya usted a saber, que gustan de extraer poesía del horror. Jeffrey Dhamer, en cambio, era de carne y hueso y causó infinito dolor real. Ahí reside, pues, la enorme diferencia. Pero cuando numerosas mentes confundidas cruzan una línea tan clara, el tufo de su putrefacción moral anega nuestras almas. Lejos, cerca. Arriba, abajo. Ficción, realidad. Algunos se conoce que se perdieron las lecciones básicas de Barrio Sésamo.
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