PERDIGONES DE PLATA

Bajo tierra

Lo queremos todo porque somos insaciables. Lo malo es que ya lo tenemos todo, o casi, pero no nos damos cuenta

Bildu en La Moncloa

Jarabe de plomo

Ramón Palomar
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Narración por un asistente de voz

Lo queremos todo y a ser posible rápido. Queremos que llueva pero sin pasarse, lo justo para regatear la sequía pero no demasiado para que no nos fastidie el fin de semana. Y queremos un clima como el de la islas Canarias durante todo el ... año pero sin lucir camisa hawaiana que tampoco es plan. Y queremos unos políticos excelsos pero olvidamos que si estos ocupan butaca principal es gracias a nuestras papeletas («disfruten lo votado», que reza el clásico). Queremos zampar con frenesí de primer mundo adicto al camelo de las «experiencias culinarias» pero necesitamos lucir facha esbelta para cumplir con el canon «pepitopiscinas», y más ahora con el verano a la vuelta de la esquina. Quizá, los de mi generación, lo queremos todo porque somos unos consentidos, unos inmaduros, unos funambulistas que flotan sobre el alambre del crédito y el nutritivo sablazo que nos permite vivir como gente opulenta.

Queremos viajar gracias al bajo coste de los aviones y a los apartamentos de alquiler. Pero cuando el turista es el otro y acude hasta nuestro país, nos repugnan las hordas de visitantes que deambulan pachorros atravesando el centro de nuestras ciudades para luego dormir en esos mismos apartamentos. Queremos correr maratones para sentirnos sanos, pero nos disgustará el quirófano donde tunearán nuestro erosionado menisco. Queremos cualquier cachivache sofisticado de alta tecnología, pero por favor, los minerales imprescindibles para los juguetitos que los extraigan en otros lugares. Muy lejanos, a ser posible. España cuenta con esas célebres tierras raras que ocultan minerales con nombre de parroquiano de la taberna de 'La guerra de las galaxias'. De hecho, seríamos autosuficientes. Pero los que moran junto a esos presuntos tesoros no desean que destripen sus tierras porque igual el zafarrancho contamina, intoxica y descalabra los campos donde roturan desde hace siglos a cambio de un magro jornal. Lo queremos todo porque somos insaciables. Lo malo es que ya lo tenemos todo, o casi, pero no nos damos cuenta.

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