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PERDIGONES DE PLATA

Bajo la lona

La cruel realidad destripa, salvo excepciones, nuestra melancólica inferioridad pecuniaria

El haiga

Fracaso posvacacional

Ramón Palomar

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Cuando viajabas de joven por esos mundos y en tu cartera palpitaba el aliento de la modesta y honrada peseta, al cambiarla por francos franceses, por dólares o por otras monedas de países fortachones, te empapaba cierta sensación de actor de segunda, de Carpanta, de ... tipo que se ha colado en la fiesta de los ricos y padece el eterno complejo del impostor. El desfavorable cambio te acuchillaba mientras te trasladaba hacia los terrenos de la obligatoria austeridad en alojamientos y restaurantes. Todo parecía caro. Mirabas los precios con lupa y pensabas que, algún día, lograrías escapar de las estrecheces. Pero transcurrieron los años y tampoco, con el euro, observamos una mutación apreciable.

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