Ansiedad

Suiza. Sí. Qué bonito país. Simenon vivió allí una larga temporada y cuenta detalles muy interesantes en su diario. Y al pelma de Godard le administraron la eutanasia en Suiza. Claro que le resulta a uno extraña la querencia que muestran los bravos independentistas que se fugan hacia Suiza, esa modélica cima del capitalismo formado por multinacionales, bancos, quesos y relojes de cuco. No escogen, cosa en verdad rara, marchar hacia países de su cuerda como Venezuela, Irán o Cuba, territorios que siempre consideran como paraísos terrenales. Tampoco se exilian hacia páramos donde sus labores solidarias de voluntariado se agradecerían, lugares del tercer mundo africano, mismamente. Ni siquiera, por cuestiones de coherencia militante, emprenden un viaje para instalarse en Gaza y apoyar así a la causa de Hamás con la que simpatizan. No. Ni hablar. Se apalancan en la excelsa Suiza, se conoce que para atravesar prados verdes a lo Heidi o para disfrutar de unas villas donde nadie arroja un papel contra el suelo y donde nadie, ni mucho menos, lanza recios adoquines contra la Policía, asalta pistas de aeropuerto o levanta barricadas de fuego. Desparraman sus huesos sobre el confort suizo. Sí, qué extravagancias las de estos indepes rococó. Don Rubén, de baja por su ansiedad ante la que se le puede avecinar, sufre bárbaro y por eso hunde sus raíces en Suiza. A buena parte de los españoles, en cambio, les angustia el fin de mes y el hachazo de los impuestos. Este valiente, de momento, seguirá cobrando su sueldazo tan de suizo adoptivo.