Perdigones de plata
Aldama, un máquina
El tal Aldama representa el epicentro de las mangurrinadas hispanas vinculadas al poder
Bajistas profesionales
'Emmanuelle'
Si un hombre de cierta edad no reconoce sus limitaciones está perdido. Conozco las mías. Por eso les confieso que me atrapa un gazpacho total cuando intento seguir el follón entre Ábalos, Koldo, Delcy, Aldama, los lingotes de oro, los hidrocarburos, el comandante picoleto chivato, ... Sánchez (el número 1), Hidalgo, Begoña, la Jessi (o Yessi), las reuniones furtivas y tal y tal. Conste que soy capaz de hilar las retorcidas tramas alumbradas por David Lynch o Cronenberg, pero temo que, con el volcán chanchullero de ahora mismo, la sesera me explote.
Me rindo. Las ramificaciones del escándalo me superan. Me trastorna tanta sobredosis de (presunto) latrocinio. Pero algo claro, dentro de mis escasas posibilidades, sí tengo: transcurren los años a toda velocidad, nos asaltan las inteligencias más o menos artificiales, nos enganchan las pantallitas de chisporroteo banal, algunos atraviesan la ciudad montados en patinete eléctrico y otros viven anclados al sofá tragando serie tras serie… Sin embargo, hay algo que no cambia, y es la presencia de los pillastres desalmados que sacan provecho del horror, que diría James Ellroy. No falla. Nunca desaparecen. Ni siquiera evolucionan adoptando métodos de mayor sofisticación. Si acaso lucen telefonillos de ultimísima hornada y deportivos de lujo para epatar al personal. Sólo sé, en mi despiste, que el tal Aldama representa el epicentro de las mangurrinadas hispanas vinculadas al poder. Era el titán del chanchullo, el coloso del requiebro. Se plantificaba en todas las fiestas, el tío. Tanta energía asombra. Igual disfrutaba de bilocación. Pero no me aclaro bien si era todopoderoso intermediario, comisionista de lujo, conseguidor de altos vuelos o una mezcla estupenda de estas actividades harto lucrativas que se forjan en el lado subterráneo de nuestra corrala. Y siempre, amparado bajo la sombra de los dirigentes. Y siempre, trincando con furia a costa del dinero público que nadie vigila. Y siempre, con la voracidad del que desprecia a los contribuyentes. Un máquina.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete