tiempo recobrado
La rama doblada
El maniqueísmo de Puigdemont tiene unos tintes racistas y xenófobos que apenas disimula
Es la regeneración, estúpido
Popper contra Hegel
El reciente fin de semana aproveche la ocasión para pasar unos días en Barcelona. Estaba paseando con mi familia por el Barrio Gótico cuando nos detuvimos en la plaza del Rey. Había un mitin independentista con un público de no más de 40 personas. El ... orador acusó al Estado español de reprimir las libertades en Cataluña y, tras su encendida intervención, una dama de mediana edad cerró el acto con estas palabras: «Si te meten en la cárcel, te llevaremos chicle».
El acto me trajo a la mente 'La rama doblada', un ensayo de Isaiah Berlin. Sostiene que todo nacionalismo se basa en un agravio y que sólo puede prosperar cuando hay un enemigo. Lo que escuché en el mitin fue una demonización del Estado español, responsable de que Cataluña no sea hoy una Arcadia feliz.
Berlin utilizaba el término «rama doblada» en el sentido que Kant empleaba la expresión «leño torcido», metáfora de las desviaciones a las que tiende la naturaleza humana. El pensador de Riga definía el nacionalismo como «una inflamación patológica de una conciencia nacional herida».
Hay un matiz muy interesante que introducía Berlin al distinguir entre la conciencia nacional, que es un sentimiento, y el nacionalismo, que es una estructura política. La primera es inherente a los seres humanos, el segundo es, como subrayaba, un movimiento político organizado.
La característica esencial del nacionalismo es la creencia de que existen grupos humanos con una identidad propia que les empuja a segregarse de una comunidad que rechazan porque se consideran distintos. En este sentido, Berlin observará que el nacionalismo coloca el colectivo por encima del individuo y que es esencialmente antiliberal. No hay espacio para glosar la aportación de Berlin a este debate, aunque él advertía de sus peligros y de su capacidad de adaptación a los cambios históricos.
He seguido con atención todos los discursos de Puigdemont en esta campaña, basados en un elemento identitario, estrechamente vinculado a la pretendida opresión del Estado español y la necesidad de liberarse de sus cadenas. Su principal argumento es que si Salvador Illa gobierna, lo hará contra los catalanes como un apéndice de Madrid.
Su maniqueísmo no sólo excluye a la mitad de los catalanes que no son nacionalistas, sino que además tiene unos tintes racistas y xenófobos que apenas disimula. Todo lo que viene de fuera es malo para este apóstol de butifarra y barretina que huyó en un maletero.
Los ciudadanos son libres para determinar su destino a través del voto. Pero lo que está en juego el próximo domingo es la elección de un modelo y de un tipo de sociedad. Decía Berlin que «no hay soluciones absolutas a los problemas, lo que hay son peores y mejores respuestas». Esperemos que los catalanes tengan la lucidez suficiente para no elegir la rama doblada.
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