tiempo recobrado
La memoria formateada
La memoria humana es débil y limitada. Desde los albores de la humanidad, la transmisión de la cultura y del conocimiento ha sido fundamental para la supervivencia. Al principio, el 'homo sapiens' recurrió a la palabra. Luego apareció la escritura en lápidas, tablillas de cera, ... papiros y, por último, el papel, un invento revolucionario que, unido a la imprenta, permitió la difusión masiva del saber. Hoy hemos entrado en la era de la inteligencia artificial, cruzando un umbral que no sabemos a dónde conduce. Todos los medios han informado esta semana sobre la aparición de DeepSeek, un desarrollo chino que es mucho más barato y consume menos energía que ChatGPT. La peculiaridad de este sistema es que es de código abierto a diferencia del de OpenAI.
He hecho anteayer la prueba de preguntar a DeepSeek qué es lo que sabe sobre mí. Y me ha respondido que he sido director de ABC durante cuatro años. Es evidente que su base de datos no está tan depurada como la del ChatGPT, mucho más avanzada. Pero la pregunta es de dónde ha podido sacar DeepSeek ese dato biográfico erróneo.
Sam Altman, el ejecutivo de ChatGPT, ha acusado a los chinos de haber copiado su tecnología. Es posible, pero la gran paradoja de sus palabras es que también su compañía se ha aprovechado de los conocimientos acumulados durante generaciones, de las informaciones de los periódicos y del saber de los libros para construir su sistema de inteligencia artificial. Es el copiador que copia a quienes han copiado y acusa a los que le copian.
Umberto Eco subrayó que la comunicación es un proceso infinito de semiosis en el que unos significados remiten a otros. Esto es lo que sucede en la tecnología de la inteligencia artificial: datos que remiten a datos cuyo origen nadie es capaz de precisar.
Hasta hace pocas décadas, el saber estaba en los libros y su fiabilidad podía ser verificada. Un libro de historia, por ejemplo, estaba avalado por la trayectoria académica de su autor y, en cualquier caso, sometido a un contraste intelectual y a una autentificación de las fuentes. Todo esto ha desaparecido.
Los chips fabricados por Nvidia y los algoritmos determinan ahora la memoria. A lo que se suma que la inteligencia artificial trabaja con programas que pueden aprender de sus errores y establecer pautas con una lógica no humana.
Hemos externalizado o, dicho de otra forma, hemos subcontratado la memoria a las máquinas, con menos limitaciones que los hombres. Y eso significa que estamos perdiendo el control de nuestra historia y nuestra identidad. Tal vez algún día un ordenador sea capaz de afirmar que la 'Ilíada' fue escrita por una máquina y no un ser humano. Nadie habrá para dar fe de lo contrario en un mundo donde los libros serán una reliquia y el papel habrá ardido a 451 grados Fahrenheit.
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