TIEMPO RECOBRADO
Maniqueísmos
No estamos ante un enfrentamiento de buenos y malos ni la realidad obedece a estos estereotipos. Es mucho más complejo
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El sabio persa Manes fundó en el siglo III después de Cristo una religión que recibió el nombre de maniqueísmo. Manes afirmaba ser un profeta enviado por Dios que se declaraba seguidor de las doctrinas de Jesús, Buda y Zoroastro. Sostenía que hay una ... eterna lucha entre el bien y el mal. Sólo unos elegidos pueden alcanzar el reino de la luz, que triunfará en el final de los tiempos sobre las tinieblas.
El maniqueísmo no sólo no es una creencia anacrónica, sino que ha resucitado en el conflicto entre árabes y judíos en Gaza. Unos apuntan que el bien está encarnado por el Estado de Israel y que el mal se personifica en los palestinos, que pretenden destruir la civilización occidental. Los otros sostienen que los judíos son unos criminales que masacran a los habitantes de los territorios ocupados y que deben ser llevados a los tribunales por crímenes contra la humanidad (Belarra 'dixit').
Ninguno de los dos bandos admite ningún matiz e interpreta los acontecimientos en el marco de su ideología. Los dos coinciden en que se está librando una guerra de buenos y malos, aunque divergen en la atribución de los papeles. Los partidos políticos, particularmente los españoles, participan en esta visión maniquea.
Un somero repaso de la historia basta para tirar por tierra estas simplificaciones. Lo que está sucediendo en Oriente Próximo es algo muy complejo, en el que juegan factores como la geopolítica, la etnia y la religión, que explican, aunque no justifican, la lógica de la barbarie.
Todo empezó con la emigración masiva de judíos al protectorado de Palestina antes de la II Guerra Mundial. Luego vino la creación del Estado de Israel como consecuencia de una resolución de Naciones Unidas y la guerra de 1948. Más tarde, la guerra de los Seis Días y luego la del Yom Kippur. A ambas se suma la Intifada de 1987. Como consecuencia de sus victorias, los judíos ocuparon Gaza y Cisjordania, despreciando la legalidad internacional.
Salvo algunos paréntesis como los acuerdos de Oslo entre Arafat y Rabin, asesinado por un extremista, la violencia y el odio han marcado estos 75 años de historia. Cuando Arafat renunció en 1988 al recurso del terrorismo, surgió Hamás con el objetivo de destruir el Estado de Israel. En sentido contrario, los integristas judíos se radicalizaron todavía más.
Como se puede constatar, el conflicto tiene viejas raíces y se ha ido enconando porque ninguna de las dos partes ha tenido la voluntad o los incentivos de buscar un acuerdo para poner fin a las hostilidades. El rencor pesa más que una paz que beneficiaría a ambos.
No estamos, pues, ante un enfrentamiento de buenos y malos ni la realidad obedece a estos estereotipos. Ni yo ni nadie tiene la solución, pero desde luego no reside en este maniqueísmo infantil que concibe la guerra como un tebeo.
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