tiempo recobrado
La habitación vacía
Podemos percibir colores y formas, escuchar voces, tocar objetos, pero no sabemos por qué están ahí
La maldición del centro (3/1/24)
La flecha del tiempo (1/1/24)
Hay en mi casa un patio interior con una terraza a nivel inferior con plantas y una canasta de baloncesto. Enfrente, a escasa distancia, varios bloques de pisos. La fachada es de ladrillo y es fácil observar desde mi cocina todo lo que sucede en ... su interior. Recuerda bastante el escenario de 'La ventana indiscreta', la película de Hitchcock.
Hace un par de noches, en torno a las diez, vi una habitación iluminada por una lámpara sobre un aparador junto a la pared. Había una mesa con cubiertos, una vela y tres platos. Al fondo, un cuadro azul. No había nadie. Hora y media después, nada había cambiado. Entró un hombre de pelo blanco a la estancia y pareció que hablaba con alguien. Pero desapareció al cabo de unos segundos. Lo más chocante es que, cuando me levanté a las siete de la mañana, la fachada estaba a oscuras. La habitación permanecía iluminada, la mesa seguía puesta y todo estaba en el mismo lugar que horas antes. Como si el reloj se hubiera parado.
Mientras desayunaba café y unas tostadas, la noche fue dejando paso al día. Al amanecer, la lámpara se apagó. Fue en ese momento cuando empecé a lanzar conjeturas sobre la escena. Como nadie prepara una mesa si no espera comensales, la hipótesis más probable es que los invitados no hubieran asistido. Pero ello no explica por qué la lámpara seguía encendida y nadie había retirado los platos.
La luz exterior fue cambiando de gradación, pero la habitación seguía extrañamente vacía mientras las casas vecinas empezaban a cobrar vida. A diferencia del fotógrafo de la película de Hitchcock, yo no había visto nada. Sólo pura inmovilidad, luces y sombras, al igual que un cuadro de Hopper.
Jefferies, el protagonista de 'La ventana indiscreta', está seguro de que ha observado un crimen, pero nadie le cree. Yo estoy seguro de no haber presenciado nada y eso resulta un misterio más indescifrable. Probablemente, la explicación es muy simple, pero se me escapa. No soy capaz de hallar ninguna lógica. Nada más absurdo que una habitación que evoca una ausencia, en la que no pasa nada, en la que el tiempo se ha detenido.
Una vez más, la engañosa envoltura de lo real se manifiesta a través de nuestros ojos. A veces, lo que vemos es de una evidencia indiscutible, pero carece de sentido. Podemos percibir colores y formas, escuchar voces, tocar objetos, pero no sabemos por qué están ahí. Todo resulta absurdo, como expresa Roquentin, el protagonista de 'La náusea': «Las cosas son lo que parecen y detrás de ellas, no hay nada».
No hay nada o, tal vez, sí. Lo que no podemos es hallar certezas. Y menos formular juicios categóricos sobre una realidad evanescente, imposible de atrapar. Nada más enigmático que la apariencia. Juzgamos por lo que parece, pero nunca podemos estar seguros de no haber sufrido un engaño de la mente.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete