tiempo recobrado
Ética y política
A lo que estamos asistiendo es a un ejercicio permanente de cinismo, que reside en ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio
Decadencia imparable
El caso Brandt
Preguntado sobre la creación de centros de deportación de inmigrantes en Albania, respondí hace algunos días que me parece que la iniciativa de Meloni atenta contra los valores fundacionales de la UE y los principios del humanismo cristiano. En algunas de las tertulias en las ... que participo y, sobre todo, en estas páginas de ABC, acostumbro a criticar decisiones políticas que, a mi juicio, contradicen la ética que debe sustentar cualquier acción.
Confieso al lector que este recurso a los principios me hace sentirme extraño y casi ridículo porque no veo a nuestros dirigentes, a intelectuales y a periodistas apelar a la ética. Escucho y leo análisis sobre la oportunidad o las consecuencias de una medida, sobre su coste o su eficacia, pero muy pocas veces se aborda el asunto desde su lado moral.
Eso me lleva a preguntarme si soy una persona anclada en el pasado, con una visión anacrónica del mundo y que juzga la realidad con valores desfasados en una sociedad donde domina el espectáculo. Y no lo digo de forma retórica, sino que estoy expresando un sentimiento que me desazona.
Cuanto estudiaba filosofía, el asunto de la conexión entre la ética y la política surgió como algo fundamental. Leí una frase de Kant que me quedó grabada: «La moral es la ciencia que nos enseña no cómo hemos de ser felices sino cómo debemos llegar a ser dignos de la felicidad».
Lo que Kant está diciendo es que no se puede alcanzar el bienestar o la plenitud sino se hace a través de los medios correctos. Dicho con otras palabras, debemos proceder con el imperativo categórico que exige obrar con una recta conciencia si queremos ser felices. No hay estética sin ética.
A lo que estamos asistiendo es a un ejercicio permanente de cinismo, de sectarismo y de una doble moral, que reside en ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. El «y tú más» se ha convertido en un recurso para eludir la responsabilidad como si los pecados propios pudieran ser justificados por los ajenos.
Nada más triste que observar a los dirigentes socialistas enumerar la larga lista de escándalos del PP, ciertos y reales, para evitar tener que dar explicaciones sobre la trama de corrupción en torno a Ábalos y para no asumir las responsabilidades políticas que Sánchez exigió a Rajoy por el caso Gürtel.
La política basada en intereses y no en principios ha provocado grandes desastres, entre ellos, la devastación de los recursos naturales, la perpetuación de dictadores en el poder o genocidios bajo los pretextos más fútiles. Sigo pensando que la ética debería ser el cimiento que sustenta cualquier política. Le voté a Sánchez hace nueve años porque creía que iba a llevar a cabo una regeneración moral. Ha sido una inmensa decepción no por sus errores sino por su incoherencia con los valores que defendía.
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