Tiempo Recobrado
Elogio de las salchichas
Soy amante de las leyes bien hechas y también de las salchichas, aunque no sepa cómo se hacen
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Fue Bismarck quien dijo que «las leyes son como las salchichas. Es mejor no ver cómo las hacen». La comparación es injusta para las salchichas, noble embutido de carne picada que siempre ha tenido mala fama. Una apreciación injusta porque, como las morcillas, hay ... infinitas variedades y algunas de exquisito gusto. Es uno de los alimentos más extendidos por todo el mundo.
Las mejores salchichas son las alemanas. Al igual que ha sido la patria de la filosofía moderna y de la música sinfónica, Deutschland es también el paraíso de este embutido. Hay casi 1.500 tipos diferentes en las tierras del Rin. He aquí algunas variedades: la Bratwurst, la Frankfurt, la Weisswurst, la Bockwurst, la Regensburger, la Krakauer, la Kochwurst y paro ya.
En los años 80, viajé a Alemania en numerosas ocasiones por razones de trabajo. Solía volar a Fráncfort, que tenía una gran estación de ferrocarril subterránea bajo el aeropuerto, que era el enlace para desplazarse a otras ciudades. Junto a las escaleras de esa estación, había una enorme tienda en la que vendían decenas de tipos de salchichas. Me detenía a mirar su escaparate antes de entrar a comprar el género.
En ocasiones, volvía a mi casa con tres o cuatro kilos de salchichas. Me daba un banquete con mis amigos, regado por un vino de Riesling. Las servía hervidas y el único condimento era una buena mostaza de Dijon que se vendía en tarros de barro.
Siempre he asociado las salchichas a la filosofía de Kant por aquello de que no es posible conocer la esencia y que nuestra mente sólo puede percibir la apariencia de las cosas. No me importaba el desconocimiento de la esencia de las salchichas, me limitaba a disfrutar de su sabor y sus matices.
Leí un artículo de Julio Camba en el que decía que era partidario de fusilar a las salchichas. No sé si por el sonido nada eufónico de la palabra o por una animadversión de lo teutónico. No comparto esa inquina, como queda patente en esta columna. Por el contrario, soy amante de las leyes bien hechas y también de las salchichas, aunque no sepa cómo se hacen.
Escribió Elfriede Jelinek que todo tiene un final excepto las salchichas que tienen dos. Sabia frase. Las salchichas, como los problemas, pueden trocearse y ser deglutidas con pausa, sea con una cerveza alemana o con un vino blanco del Rin.
Los médicos dicen que son malas para la salud porque están hechas de carne procesada y contienen grasas y conservantes. Apuntan que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Lo cierto es que todo lo apetecible es malo para la salud. Yo prefiero morir un poco antes que privarme de una bratwurst, aderezada con una salsa de vino y y cebolla, como la que comía en el restaurante de la 'bahnhof' de Lucerna, a orillas del lago, hace 50 años. Nada es hoy lo que era. Nosotros, tampoco.
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