tiempo recobrado
Una cuestión personal
Tengo derecho a opinar y a decir 'no' por mucho que quienes no habían nacido en 1975 me quieran dar lecciones de democracia
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Un lector me hacía esta recomendación la semana pasada: «Escriba usted de París, Camus y Sartre y no del PSOE». No puedo seguir su consejo. Voy a explicar por qué. Yo estudiaba en París cuando Franco murió. Me enteré de la noticia al ver la ... portada de 'Le Monde' en la biblioteca de Vincennes. Hubo una fiesta en la Universidad, pero no me alegré. No celebré nada. Por el contrario, en las semanas siguientes, fue creciendo el temor de que el franquismo se perpetuara en España. La continuidad de Arias Navarro era un mal presagio. En ese momento, dudé en volver a mi país.
En la primavera siguiente, comenzaron las movilizaciones en favor de la amnistía. No acabaron hasta que en octubre de 1977 el Congreso aprobó la ley. Ya no había presos políticos porque Suárez los había sacado a la calle.
Estuve en tres o cuatro de esas manifestaciones, una de ellas, en Burgos, a finales de 1976. Santiago Carrillo me dijo muchos años después que la izquierda había tenido que tragar ese borrón y cuenta nueva de los crímenes del franquismo por dos razones. La primera, porque era necesaria una reconciliación nacional. La segunda, porque quienes mandaban eran los franquistas. No había otro remedio.
La amnistía fue para muchas personas de mi generación el hito que simbolizaba el paso de una dictadura a una democracia. Era un exigencia ética y política de quienes habíamos luchado por la libertad, la legalización de los partidos y la celebración de elecciones libres.
Lo que Puigdemont, líder de un partido xenófobo y reaccionario, pretende es lo contrario de aquello por lo que peleamos hace 50 años. La amnistía es ahora impunidad. Y lo peor de todo es que supone la deslegitimación de una democracia que nos costó tanto conseguir. Utilizar hoy la misma palabra es lo más parecido a un sacrilegio.
Ha pasado una vida y he envejecido como todos los de mi generación. Pero me siento orgulloso de la Transición, del ínfimo grano de arena que aporté y de la vida que perdieron muchos de los que combatieron a la dictadura. Fue un periodo muy difícil, sin un manual para saber lo que había que hacer y lleno de avances y retrocesos. Pero hubo mucha generosidad por parte de todos.
Por lo tanto, la amnistía de la que se habla estos días es para mí una cuestión personal, algo que tiene mucho ver con mi pasado y con mis señas de identidad. Tengo derecho a opinar y a decir 'no' por mucho que quienes no habían nacido en 1975 me quieran dar lecciones de democracia.
Acabaré estas líneas apuntando que el acto partidista convocado por el PP es un error y que lo que procede es la creación de un gran movimiento ciudadano plural e interpartidista, izquierda incluida, contra la amnistía de Puigdemont, que confío todavía en que no sea la de Sánchez. Querido lector, seguiré escribiendo del PSOE.
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