TIEMPO RECOBRADO
En la cola de la frutería
No debemos perder la esperanza mientras haya servidores del Estado como Paz Esteban, exdirectora del CNI
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Veo en ocasiones a Paz Esteban, la exdirectora del CNI, en la cola de los puestos de un pequeño mercado en el barrio de Chamartín. Es una figura que pasa desapercibida, con la apariencia de un ama de casa de la que nadie podría ... sospechar que manejó los secretos más ocultos del Estado. Durante los años que estuvo al frente de la agencia de espionaje, evitó su aparición en los medios y las fotografías. Parece una mujer tímida y frágil, con un aspecto convencional, una imagen que probablemente cultiva.
Ayer tuvo que declarar ante el juez como imputada tras una denuncia de Pere Aragonès, cuyo teléfono fue intervenido por el CNI. Las escuchas a los dirigentes independentistas se produjeron con previa autorización judicial. El presidente de la Generalitat sostiene que él jamás tuvo nada que ver con los CDR y que se escudriñó su vida privada de forma arbitraria. Como vivimos en un Estado de derecho y nadie está por encima de la ley, habrá que esperar el desenlace de la instrucción.
Dicho esto, resulta una tremenda paradoja que una funcionaria que trató de defender la legalidad y la integridad territorial tenga ahora que asumir responsabilidades penales mientras los que delinquieron son amnistiados, incluyendo a quienes cometieron actos terroristas. El hecho es sangrante.
Mientras Puigdemont, que intentó dar un golpe de Estado e instigó una insurrección violenta, va a ser perdonado de graves delitos, Paz Esteban podría sentarse en el banquillo por haber cumplido con su obligación y con el mandato expreso de los gobiernos a los que sirvió.
En lugar de ser premiada por su labor en el CNI en condiciones muy difíciles, el Gobierno la destituyó, cediendo a las presiones del independentismo, que exigió su cabeza al estallar el escándalo de Pegasus. Sánchez entregó el trofeo a quienes insisten en que volverán a hacer aquello por lo que fueron condenados y que ahora se han autoamnistiado a cambio de siete escaños.
El mensaje que envía el presidente del Gobierno a los jueces, funcionarios y agentes de la seguridad del Estado no puede ser más letal: quien luche por defender las leyes y cumplir con su obligación correrá el riesgo de ser sancionado o apartado de la función pública. La deslealtad se premia, el deber se castiga. Quienes juzgan, serán juzgados. Quienes aplican la ley, serán vilipendiados. Los valientes serán cobardes y los cobardes serán héroes. El mundo, al revés.
Resulta muy difícil de entender cómo hemos llegado a esta degradación y por qué el Gobierno claudica ante el independentismo y asume todas sus exigencias tras cruzar las líneas rojas que el propio Sánchez había marcado. Como estrategia de supervivencia, parece suicida. Pero, como decía el clásico, no debemos perder la esperanza mientras haya servidores del Estado como Paz Esteban.
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