tiempo recobrado
El carbunclo azul
¿Hallará el juez del Supremo las pruebas de la culpabilidad de García Ortiz? Su reto es más difícil que el de Sherlock Holmes
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Charlatanería
Sólo un genio de la investigación como Sherlock Holmes podría llegar hasta la verdad en el caso de Álvaro García Ortiz, el fiscal general del Estado, imputado por revelación de secretos. Cada día que pasa, el asunto se embrolla más. Y en la medida ... que aumentan las evidencias de que filtró a la prensa el expediente de González Amador, no faltan medios que insisten en su inocencia y descalifican al juez.
Ayer hemos sabido que García Ortiz borró sus mensajes el mismo día en el que fue imputado. Una coincidencia que apunta a que quería ocultar alguna prueba embarazosa. La ley de probabilidades establece que las coincidencias no suelen ser casuales, aunque ello no sirva para determinar la culpabilidad. Es sólo un indicio que refuerza las sospechas.
El juez que le investiga está condenado a emular al detective afincado en Baker Street cuando, en vísperas de la Navidad, va siguiendo el rastro de un pavo en cuyo estómago había oculto un carbunclo azul. La piedra preciosa había sido robada y Scotland Yard sospechaba de un fontanero que se lo había sustraído a una condesa. Tras una ardua pesquisa, Holmes encontró al verdadero culpable.
¿Hallará el juez del Supremo las pruebas de la culpabilidad de García Ortiz? Su reto es más difícil que el de Holmes, un investigador que práctica métodos científicos para capturar al delincuente. Maestro de la deducción, rastrea todos los indicios para llegar a una conclusión. Son los detalles que pasan desapercibidos los que le conducen a descubrir al autor del crimen. Y siempre acierta, como sabe bien su fiel Watson.
Al menos, Holmes podía seguir el rastro del ganso a lo largo de Londres para localizar al ladrón. El juez de este caso tiene que indagar sobre mensajes electrónicos que pueden ser borrados sin dejar huella. Su labor es mucho más difícil. Tiene que buscar la verdad tirando del hilo de testimonios e indicios contradictorios, siempre bajo un fuego cruzado de presiones e intereses.
Confieso que, cuanto más leo sobre el asunto, más aumenta mi confusión. No tengo ni idea de si el fiscal general del Estado es culpable. Lo que ya no comprendo es su negativa a responder a las preguntas del juez, algo insólito por el cargo que ocupa. Tampoco resulta comprensible que su subordinada y persona de confianza sea la encargada de acusarle.
«No hay nada más engañoso que la evidencia», subraya Holmes. Así es. Desentrañar este asunto empieza a ser un reto que estimula las mentes más agudas del país. Lo que más me desconcierta es la rotundidad con la que algunos llegan a las conclusiones.
El carbunclo azul está en las tripas de un teléfono móvil que ha sido borrado y, tal vez, eso nos impida conocer la verdad, pero no ignorar que la conducta de García Ortiz resulta impresentable. Eso ya es suficiente para que dimita.
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