la tercera
Let Me Saber
España llegó a administrar hasta, aproximadamente, dos tercios del actual territorio de Estados Unidos
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Iconoclastia e identidad

En las grandes áreas de Houston o Los Ángeles, en Chicago o en Nueva York a los operarios encargados de reparar un tejado se les conoce como 'ruferos' (de 'roof') y al terminar su jornada es frecuente escucharles decir, «ya voy a finishar», insólita ... mezcla en oídos de un hablante peninsular que combina en la coctelera de la calle 'finish' con 'acabar'.
Algunas palabras son traducidas por su fonética y aunque se aproximan al significado original crean imágenes mentales contradictorias. En 'spots' televisivos de alimentos estadounidenses se subraya pomposamente que no tienen 'preservatives' (conservantes) pero en la versión hispana de ese mismo anuncio escuchamos que «los alimentos no tienen preservativos». Ya no sorprenderá que se haya propagado la expresión «estoy embarazado», traducida directamente de «I am embarrased», que expresa vergüenza o bochorno pero no la posibilidad, llegado el momento del parto, de traer una nueva criatura al mundo.
En California, Texas o Nueva Orleans, algunos «agarran la highway», para devolver una comunicación «llaman para atrás» ('call back'), a la alfombra la llaman 'carpeta' (de 'carpet') y si tienen que solicitar información emplean el imperativo «let me saber» que sería tanto como «déjame know».
El estudioso Francisco Moreno Fernández explica en 'La lengua de los hispanos unidos de América' cómo el español ha resistido los embates de la desaparición de primeras generaciones y, a diferencia de otros idiomas (alemán, polaco, italiano, francés), sigue vigente y creciendo con más de 60 millones de hablantes. Por eso, si, recurriendo al teléfono, usted va a proceder a alquilar un coche, comprar un billete de avión o tren, la locución de venta le ofrecerá de inmediato ser atendido por «uno de nuestros agentes que habla español».
Toda esta marejada experimental del idioma es el resultado de la vida de millones de hispanos que son parte intrínseca de la realidad de Estados Unidos e interactúan con ella. Hispanos que, según encuestas recientes, no hacen grandes distinciones entre el término hispano y latino, este último fruto de una costumbre relativamente reciente y cuyo origen, al parecer, se remonta a la vieja estrategia política de Napoleón III para apropiarse de un vínculo histórico de la América hispana que, de sur a norte, ha procurado una cultura compartida.
No se trata de tocar el tam-tam ni ensimismarse en glorias difuminadas, España llegó a administrar hasta, aproximadamente, dos tercios del actual territorio de Estados Unidos. Y así, Santa Fe, en Nuevo México, es la capital más antigua de Norteamérica y con ella su Palacio de los Gobernadores, el edificio de poder con más años en funcionamiento. A los pies de su catedral, hay un sencillo conjunto escultural que conmemora el 400 aniversario de la fundación de la ciudad recordando alguna de las cosas que trajeron los primeros españoles y que cambiaron la faz en esta parte del mundo: cabras, ovejas, burros, cultivos, una guitarra y un libro, la música y el alfabeto.
Hasta hace unos años, en un estado tan vinculado a los nativos americanos como Oklahoma (lugar de reclusión de las tribus tras el oprobio del Sendero de las Lágrimas) los escolares comenzaban sus historia con Coronado y Juan de Oñate, ambos a la búsqueda de legendarias ciudades doradas.
El poeta Walt Whitman escribió en 1883 sobre el «elemento español» en la «población estadounidense», señalando que propagados valores de los nacientes Estados Unidos como el patriotismo, el decoro, la valentía, el honor, el profundo sentido religioso y el sentido de lealtad ya estaban en esa pionera población española. «El descubrimiento de España por parte de Estados Unidos es esencialmente un descubrimiento de si mismo», lo recuerda el profesor Richard L. Kagan en 'El embrujo de España: la cultura norteamericana y el mundo hispánico, 1779-1939' donde se pormenoriza la influencia española en modelos arquitectónicos, como las misiones o los primeros hoteles de lujo de Florida bajo el singular 'Spanish Revival Style'.
La narración de la Historia se ha alterado y ahora los exploradores son estatuas a derribar, pero entre la década de los treinta y los sesenta del siglo XX, Hernando de Soto, el extremeño descubridor del Misisipi al que Estados Unidos honra con una de las pinturas emblemáticas de la Rotonda del Capitolio, fue el preciado modelo de una marca de automóviles. Los 'De Soto Cars', que se modernizaron con el paso de los años, tenían como símbolo distintivo, en miniatura y sobre el capó, al explorador con su yelmo.
Tramos de la vieja Ruta 66 y, por ende, del sistema de las carreteras interestatales diseñado por los gobiernos de Eisenhower están levantados sobre los primitivos caminos, trochas o veredas tentados por los españoles. E incluso por alguna huida memorable, como la del soldado Campo, que en el siglo XVI escapó de la tribu Kaw, andando desde Kansas hasta Texas y cuya peripecia, en compañía de otros, sirvió para diseñar el recorrido de la actual Interestatal 35.
La herencia española está allá donde se sepa mirar, pero, para una gran mayoría es invisible. Y como rige el «que buen vasallo si hubiera buen señor», son pequeños grupos de apasionados, distribuidos por Estados y ciudades, lo empeñados en darla a conocer. En Nueva Orleans, Sociedad Española, que este año cumplirá 50 años de actividad, celebra reuniones e invita a escritores nuestro país para reivindicar el pasado de la capital de La Luisiana, aquel territorio inmenso que se prolongaba desde el Golfo de México hasta las lindes de Canadá, administrado por la Corona de Carlos III. En San Antonio, la séptima capital del país en población, y cuyo origen tiene parte de los primeros colonos llegados desde las Islas Canarias a partir de 1731, deslumbra con su conjunto de misiones, Patrimonio Universal de la Humanidad. En estos últimos años, la ciudad impulsa, gracias a The Alamo Trust, un colosal espacio museístico en la misión San Antonio Valero (que en el imaginario popular es El Alamo y sale John Wayne) que comprenda la historia conjunta y armónica de un pasado diverso en el que los españoles tuvieron tal importancia. Personalidades como Steve Chiscano, un reconocido abogado, hijo de canario o Freddie Bustillo, presidente de Cannary Islands Descendant Association, recuerdan bien la fuerza de su origen y se empeñan generosamente en que no se desvanezca.
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