Editorial
Un movimiento incomprensible
La apertura del Partido Popular a establecer un diálogo negociador con Junts es una estrategia plagada de riesgos y que resulta incomprensible para gran parte de los españoles
La disposición de Alberto Núñez Feijóo para abrirse a un diálogo con Junts ha generado un comprensible desconcierto entre su electorado e, incluso, entre algunos políticos de su propio partido. Las concesiones pasadas y futuras de Pedro Sánchez al separatismo nacionalista han sido uno de los principales recursos argumentales más reconocibles entre los populares. Por este motivo, sacrificar unas posiciones motivadas y visibles en aras de un resultado improbable entraña un riesgo que debe ponderarse con mucha más prudencia y exactitud.
La democracia parlamentaria exige el diálogo entre formaciones políticas diversas y, en muchas ocasiones, la posibilidad de alcanzar acuerdos y de plantear alianzas es la expresión del pluralismo que consagra nuestra Constitución. Sin embargo, unas negociaciones de investidura son un contexto muy concreto en el que deben exhibirse los grandes preceptos del proyecto político que se defiende. La trayectoria de Junts, un partido afanado en la defensa de hechos ilícitos en los que insisten en reincidir y cuyo líder es un prófugo de la justicia que ha desafiado de forma frontal el orden constitucional, impide entender con claridad cuál puede ser el margen negociador al que aspira el Partido Popular. Se trata, a todas luces, de una formación que ha demostrado situarse en las antípodas políticas de lo que tendría que defender Feijóo.
El marco de negociación de una investidura es una circunstancia singular que conduce, necesariamente, a un escenario binario en el que sólo cabe el éxito o fracaso. Dadas las circunstancias en las que se encuentra el PP, la probabilidad de que Alberto Núñez Feijóo salga investido presidente es escasa y el único capital que puede atesorar en este proceso pasa por exhibir con rotundidad y firmeza los fundamentos de su proyecto político que consiste, sobre todo, en construir una alternativa posible e ilusionante a las políticas de Sánchez. Si una eventual reedición del Gobierno de coalición requeriría cesiones inéditas e intolerables para satisfacer al independentismo, la táctica más obvia para el Partido Popular debería pasar por escenificar distancia con los socios del PSOE. Dado que a Junts y a ERC les conviene facilitar un Ejecutivo liderado por Sánchez para poder satisfacer parte de su agenda, la posibilidad de que estos partidos puedan brindar su apoyo a Feijóo se antoja imposible y se haría, en cualquier caso, incomprensible. Sentada esta premisa, lo poco que puede ganar el PP en esta aproximación parece incomparable con la credibilidad política que sacrifica en el camino.
Los líderes populares, al menos desde Mariano Rajoy, han sufrido el estigma, a veces real, a veces figurado, de cierta ambigüedad en la defensa de principios que se hagan inmediatamente reconocibles para el electorado. La ambivalencia, la tibieza e incluso cierto relativismo jamás debe ejercerse en cuestiones que son medulares para la comprensión y defensa del modelo de Estado, la igualdad civil entre españoles o el imperio de la ley. Frente a las concesiones de Sánchez y la ductibilidad ideológica del PSOE, Alberto Núñez Feijóo debería fijar posición con claridad algo que, al menos de partida, resulta difícilmente compatible con el entendimiento con Junts. En política no sólo cuentan las acciones sino, también, el modo en el que se explican o comunican. En el caso de que el PP maneje alguna clave que justifique este arriesgado movimiento, debería, al menos, mejorar su capacidad explicativa y dejar más claro a los españoles cuál es el rendimiento, probable o improbable, que busca alcanzar con este gesto tan difícilmente asumible.
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