tiempo recobrado
La memoria de los bosques
Heidegger apuntó que el claro del bosque, en contraste con la espesura de los árboles, representa la conciencia del ser
Política sin ética
Cuando las palabras son las cosas
Los celtas creían que los bosques eran sagrados. Esa sensación me ha sacudido en más de una ocasión en los robledales de Guadarrama o en el valle de Miño. Heidegger y Ortega eran dos grandes paseantes que situaron el bosque en el centro de ... su metafísica.
Heidegger, que escribió sus obras en una cabaña de la Selva Negra, afirmó que el bosque es el lugar en el que el hombre se topa con sus propios límites. Como en la vida, surgen muchos caminos por explorar que no sabemos a dónde conducen.
Hay árboles que viven cientos de años como la secuoya del monasterio de Silos, plantada en el siglo XIX, que da sombra a la hostería. Por las noches, al agitar el viento sus ramas, da la impresión de cobrar vida. El sonido se torna un susurro que parece hablar a los huéspedes. Leí que un esqueje había sido transportado desde América en barco hasta los páramos de Burgos.
Suelo pensar que los árboles guardan la memoria de las generaciones ya desaparecidas. Hay chopos a las orillas del Ebro que ya existían antes de mi nacimiento, bajo cuya sombra crecí, en los que todavía me siento para leer y que seguirán allí cuando me muera. El olor de sus hojas es el mismo que el de hace más de 60 años.
Eso no es nada porque los bosques existen desde hace 300 millones de años, una cantidad de tiempo muy superior a la presencia del hombre sobre la Tierra. Gracias a su madera y sus frutos, la humanidad pudo desarrollarse y sobrevivir.
Que los árboles son nuestra memoria no es una metáfora. Es una verdad literal, ya que los libros se hacen con la pasta de papel que se obtiene de la madera. Por decirlo con otras palabras, todo lo que somos y lo que hemos hecho está en las páginas de esos volúmenes que han sido arrancados de los bosques.
Hay una cita de Dante en 'La Divina Comedia' que dice que Dios es una inmensa biblioteca que guarda todos los saberes. Si el Supremo Hacedor existiera, sería como un libro en el que están escritos todos los libros pasados, presentes y futuros. Me viene a la memoria la biblioteca de 'El nombre de la rosa' que arde al final de la novela de Umberto Eco, símbolo de un saber prohibido para el hombre.
Heidegger apuntó que el claro del bosque, en contraste con la espesura de los árboles, representa la conciencia del ser. Es el lugar donde se perciben los límites y la alteridad de una Naturaleza inabarcable y no hollada. Nuestra mirada sólo puede alcanzar hasta los lindes de ese claro. Más allá, la oscuridad y las sombras.
Existir significa «estar sosteniéndose dentro de la nada», afirma el filósofo alemán. Así es. Eso lo podemos entender en la frondosidad de un bosque en el que nos hallamos solos y escuchamos el eco de nuestros pensamientos. Los bosques guardan una memoria que sólo es revelada cuando tomamos un sendero que no conduce a ninguna parte.
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