Los martillazos de Begoña

En este contexto, adquiere especial relevancia la información publicada ayer en este periódico sobre el famoso 'software' de la Universidad Complutense que Begoña Gómez, esposa de Sánchez, utilizó como reclamo comercial de la empresa que fundó con el mismo nombre que la cátedra. El codirector, José Manuel Ruano, dijo en la última reunión entre la universidad y la cátedra (28 de octubre, con Gómez ausente) que el 'software' «no existe» y que, por tanto, no se lo puede entregar a su legítimo propietario, que es la Complutense. No obstante, resulta que dos años antes, el 8 de septiembre de 2022, las partes implicadas en la cátedra suscribieron que «dicho proyecto se encuentra aproximadamente ejecutado en un 80% y, por lo tanto, se encuentra en fase de finalización». ¿Cómo puede ser que ahora, repentinamente, no exista? Abracadabrante.

Resulta evidente que se está ocultando información, porque Begoña Gómez y el tal Ruano tampoco han remitido a la universidad las memorias económica y de actividades de la cátedra. Pero hay algo más: que el dichoso 'software' no aparezca, ¿no es la demostración de que se estarán destruyendo pruebas? No es cosa menor, porque en este punto radica una de las acusaciones más solidas desde el punto de vista penal sobre el comportamiento de la mujer del presidente del Gobierno. Tampoco es todo. Desde el mes de julio, la universidad envió requerimientos administrativos a Begoña Gómez para que le remitiera la información que como directora estaba obligada a enviar. Como quien oye llover.

De modo que podemos afirmar que la mujer del presidente del Gobierno no entrega la información que le requiere la Universidad que le da empleo; que creó una empresa con el mismo nombre que la cátedra extraordinaria; que utilizó como reclamo comercial el 'software' propiedad de la universidad y que, cuando la Justicia empieza a indagar en su modo de actuar, argumenta que el 'software' no existe. Y, para mayor recochineo, cuando se convoca la reunión para extinguir la cátedra, excusó su presencia para irse con su marido de periplo oficial a la India. Tal vez, visto desde su perspectiva, era más estimulante sumergirse en la falsa ciénaga del protocolo transcontinental que recibir los martillazos de la cruda realidad. Cualquier cosa mejor que el olor a napalm por la mañana.