TIRO AL AIRE
El soplito
A pesar de su actitud profesional quizá al funcionario la viuda le da pena. Pero da igual, porque no se mueve de su argumentación
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Hay una señora llorando en la oficina de Correos. Intenta convencer al funcionario que la atiende desde su ventanilla de que abra la caja fuerte de su marido. En ese momento me entero de que Correos ofrece servicio de cajas fuertes. También de que ... el marido de la señora acaba de morir. O eso dice ella. El muerto, solloza la viuda, guardó unas escrituras en algún sitio pero la familia no las localiza. Quizá estén ahí. Por favor, sólo compruébelo. No acierto a identificar si son las escrituras de la casa en la que ella vive. Insiste, con mucha educación y muchas lágrimas, en que alguien debería ayudarla. No pide que le dejen abrir a ella la caja. Le basta, asegura, con que alguien mire y le confirme y en cuanto pueda, la familia, traerá la autorización judicial que se necesita en estos casos. ¿Sabe usted?, le dice al funcionario, «todos estos procesos son larguísimos» y nos estamos volviendo locos. Si usted, de verdad, pudiera hacerme el favor. ¿No puede hablar con su jefe y explicarle la situación? Ella saca papeles y papeles sobre el mostrador. El funcionario niega con la cabeza. ¿Nadie puede entenderme?, suplica ella.
Ante el no rotundo del funcionario me pregunto si lo de la mujer no será todo teatro. Si lo del marido muerto no es más que un bulo, si la documentación que muestra es falsa. Igual es una estrategia teatral para sonsacar información de otros y en Correos están harta de verla. A la señora. O su misma táctica. Eso explicaría la frialdad del empleado, que me inquieta. Pudiendo hacerle un favorcito de nada a la señora, no se lo hace.
En algún momento también pienso que tanta protección de datos nos lleva a situaciones inverosímiles, a la burocracia infinita. La señora no está pidiendo que le den la filtración del siglo o que le revelen un secreto de Estado, sólo que miren si dentro de esa caja hay unos papeles. Necesita una pequeña verdad que consiste en un sí o un no. No pide un soplo, si acaso, un soplito.
A pesar de su actitud profesional quizá al funcionario la viuda le da pena. Pero da igual, porque no se mueve de su argumentación. No es posible, señora. Cuando traiga usted la autorización judicial. Las normas son las normas, debemos cumplirlas. No alega que se juega su puesto de trabajo en caso de hacer eso que ella pide como un favorcito. Pero supongo que podría acabar expedientado, hasta despedido, vete tú a saber. Si abrir una carta de otro ya es delito, abrir una caja fuerte sin autorización judicial siendo funcionario de Correos, imaginen.
Mientras no pierdo detalle de la escena me pregunto –como, imagino, todos los que estamos allí aquella tarde–, ¿qué haría yo?. Pero yo no soy funcionaria. No formo parte de un sistema público que garantiza al ciudadano la más estricta confidencialidad de sus datos. Aquel empleado de Correos, sí. El fiscal general del Estado, también. Pero siempre hubo funcionarios y funcionarios.
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