TIRO AL AIRE
Lo que repatea un guapa (a veces)
Y si no, vicepresidenta, mire a Pedro Sánchez. A él no le molesta ni pizca que le digan guapo
Un pico de nada
Euroacomplejados
Me encanta verme guapa, como al 99 por ciento de la población. Hombres y mujeres. (No he hecho encuesta). El resto, de otro planeta. Me chifla que me lo digan (amigos y amigas, nunca dejéis de hacerlo, incluso cuando no sea verdad o, sobre todo, ... cuando no sea verdad). Un «qué guapa» bien dicho te sube la autoestima. Que será autoestima de envase, pero también cuenta. Porque eso de que la belleza empieza en el interior es una verdad a medias: también puede empezar en el exterior. Un «cada día estás más guapa» te levanta un mal día. Por lo de la salud mental. Pienso, por ejemplo, en Demi Moore, si se lo hubieran dicho a tiempo (a su personaje) en 'La Sustancia' no se la habría pinchado. Tampoco tendríamos película. Ese final que nos hubiéramos ahorrado.
La belleza no es una cosa cualquiera. Ni siquiera una obsesión cualquiera. Hay revistas dedicadas, por completo, a la belleza. Y columnistas obsesionados con ella. ¿Podría incluirme? Sí. No sabría vivir sin ella. O no. A veces, en verano, calzo Birkenstock.
Ahora bien, yo entiendo la queja de Yolanda Díaz. Cuando una se baja de una tribuna pública, de soltar su 'speech', de dejar su huella, de exhibir su poso intelectual y político, lo que menos espera es que le digan guapa y guapa. Eso es para misses. Y hasta a las misses les hacemos hablar. Pero las misses no te suben el salario mínimo.
Lo del «qué guapa» que repatea se lo tengo dicho a mi madre: lo mal que me sienta que lo diga cada vez que salgo por la tele. Coméntame el discurso. Pero, ¡ay!, a la vez he observado que me sienta aún peor cuando no me lo dice. (¿Será posible? No hay quién me entienda). Ni se imaginan cómo se me queda el cuerpo cuando me suelta un «hoy, de cara regular». Es puro amor, porque es mi madre y me sabe aquilatar las ojeras y valorar, como nadie, si el color de la camisa hace 'match' o no con mi cutis. No va a estar sólo para piropear.
Les cuento lo de mi madre como les cuento lo de mi hija. Todo el día escuchando «qué guapa es la niña». Desde que nació. No sé en qué momento he dejado de apostillar «y lista». ¿Por pereza? O porque, total, yo ya sé que es lista y ella también lo sabe. Se lo repito un montón. A lo mejor a Yolanda Díaz no se lo dicen tanto. Pero aún así, la comprendo. Bajarte del estrado y escuchar eso –le presupongo retintín– no es de buen gusto. Micromachismo o –y– mala educación, a palabras necias, oídos sordos. Es más, Yolanda, hay que subir de nivel: si te llaman guapa, tú te empoderas. Mejor quedarse con lo que decía el lord Henry de Wilde en el 'Retrato de Dorian Grey': «La belleza es una forma de genio más elevada, en verdad, que el genio; no tiene necesidad de explicación». A las mujeres –esto sí lo dicen las encuestas– nos falta quitarnos algunos prejuicios, estéticos incluidos. Y si no, vicepresidenta, mire a Pedro Sánchez. A él no le molesta ni pizca que le digan guapo.
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