TIRO AL AIRE
Tu móvil te explica la política de Sánchez
Porque vivimos en la sociedad de la improvisación gracias al teléfono móvil, sabes que tu malquedismo no te va a pasar demasiada factura
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Para entender a Pedro Sánchez no hay que leer sus libros, ni acudir a incisivos análisis psicológicos. Tampoco entrar en teorías políticas complejas. Para comprenderlo basta con saber cómo utilizamos a diario estos pequeños cachivaches tecnológicos que llevamos en el bolsillo. Esto ya tan normal ... en nuestra vida. Puede que tú lector, en vez de en papel, me estés leyendo desde la pantalla de tu móvil. (Que no se me olvide: no escribir párrafos muy largos, lo recomiendan los que saben de edición para estos dispositivos).
Para explicar mi tesis, primero el estado de la cuestión. En la forma de llevar España de Pedro Sánchez hay algo en lo que todo el mundo está de acuerdo. A veces, cambia de opinión. O improvisa. O rectifica, como él dice. Unos ejemplos: hay una manifestación por la vivienda y al día siguiente sale con una nueva -reciclada-medida. Aseguró que no iba a pactar con Podemos, ni con Bildu. Dijo que no a los indultos. Que amnistía jamás. Luego, ya saben.
Para continuar con mi idea, un ejemplo. Imagina que tus compañeros de trabajo han decidido organizar una cena. Tú has contestado que sí. ¿Cómo no vas a ir a la despedida de Pepe ahora que se cambia de empresa? Qué suerte tiene. Se va con mejor sueldo y mejores condiciones. Pues habrá que celebrarlo. Aunque a ti te da igual. Pero quizá lo de salir hasta lo has propuesto tú. O lo de comprarle un detalle. Por parecer un buen colega.
El grupo de WhatsApp creado ex profeso lleva un par de días 'a full', mensajes por aquí, mensajes por allá, confirmaciones, reconfirmaciones, algunas bromas, memes de otros temas... Y aun así, ese mismo chat, como un notario, es una especie de documento oficial, están todos los «sí iré» por escrito de quien se ha comprometido a acudir al evento. Hay que tener palabra, también por mensajería instantánea. Por eso, quienes se caen de la cita lo explican, se disculpan con tiempo. Por cortesía y respeto. Perdón, pero al final me ha surgido otro compromiso ineludible. Tengo un viaje y no lo he podido cambiar. Imposible cuadrar los horarios. Hay que ser serios. Se llama al restaurante, se reducen los cubiertos y arreglado.
Aun así, nada está garantizado. Llega la noche de la cena y todavía hay quien avisa de que no estará a tiempo, complicaciones de última hora, que vayáis empezando, que se une después. Pero aún queda otro perfil. El de quien, sin avisar, ni aparece ni se explica. Si acaso, un escueto mensaje: «Al final, no puedo ir». Es tuyo. Total, Pepe a ti ni fu ni fa. La gente del trabajo, igual. Y encima, al final, el plan no te iba bien. Y así, te haces un Sánchez.
Los próximos días quizá nadie te pregunte en persona qué ha pasado... Y por eso, y porque vivimos en la sociedad de la improvisación gracias al móvil, sabes que tu malquedismo no te va a pasar demasiada factura… ¿Quién te va a recriminar tu falta de palabra? Total, mañana puede ser otro el que prefiera cambiar de planes en el último momento.
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