TIRO AL AIRE
El Ministerio nº 23
Con la mujer del presidente tratando con la Administración pública nos ahogamos en tanta laguna
Cásate bien (si eres del PSOE)
El bulador de la villa
Lo más triste en la vida son los trenes que no se cogen, salvo si estos son de Renfe claman estos días en Chamartín. Hablo de los trenes que ha dejado pasar Pedro Sánchez. Hay uno por el que debería estar especialmente apesadumbrado. Viendo ... el CV de Begoña Gómez y conocidas sus ganas de lanzar proyectos –el rector de la Complutense dixit ante el juez–, hay una cosa que me parece incomprensible. No entiendo, por muchas vueltas que le dé, por qué el presidente no la hizo ministra. Estamos ante una experta en captación de fondos. Dirigía un máster sobre el tema. ¿Será posible que el presidente no viera la oportunidad? Miren que me hace sospechar, porque Sánchez está al quite con cualquier cosa que le va bien a España, aplicando siempre la máxima de Biden «la democracia está por delante de las personas». Seguro que ahora se está arrepintiendo y no lo digo por ese caso judicial que se ha abierto con bulos, que la gente es muy mala y muy envidiosa, sino porque con lo que se ha movido con los 'Next Generation' qué pena tener tan cerca a los mejores y no compartirlos. Para agilizar trámites, para mejorar los procesos, para que España entera se beneficie del 'know how' de los gurús más 'top'. La manía de buscar fuera lo que ya tienes en casa.
Pablo Iglesias, el primer vice de Sánchez, demostró ser más hábil: él creyó que su mujer era la mejor en algo y como tal nos la puso de ministra. Eso es pensar, primero, en el país. Sánchez, sin embargo, por pulcritud o por lo que sea, nos negó a los españoles el talento captador de fondos de su esposa. Tal decisión, así lo demuestran los acontecimientos, fue un error.
Que Begoña Gómez hubiera ocupado el Ministerio número 23 de este gobierno de coalición sólo nos hubiera traído ventajas. Hasta al rector de la Complutense le habría hecho un favor. Es más fácil decirle que no a una ministra que a la mujer del presidente. Si eres el rector y te llama un ministro, te recibe en su ministerio y te plantea que quiere una cátedra, le explicas los cauces normales, avisas en la universidad de que «atención, mirad lo que me están proponiendo», y no das ni un paso sin toda la cautela del mundo. Pero si eso mismo te lo sugiere la mujer del presidente, acatas el deseo y luego ya se verá.
Lo bueno de ser ministro es que las funciones están bastante regladas. Con la mujer del presidente tratando con la Administración pública nos ahogamos en tanta laguna. Como cuando llegaron los Uber y los Glovo. Desde fuera se veía bastante claro el aprovechamiento de la falta de regulación. Desde dentro no sé cómo se ve. No he sido nunca la mujer del presidente.
Me van a decir que qué poca cabeza ahorrativa la mía al abogar por otro ministerio más. Pero igual nos había salido más barato que tener a todo un Gobierno defendiendo el negocio de una sola mujer que, por cierto, no es ministra.
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