La Liga de las Supermascotas

En este país, hace cerca de una década que ya se encarcela a los maltratadores de animales. Uno de los primeros fue el propietario de Sorky, un caballo de carreras mallorquín. Su dueño lo mató a palos por no ganar. De la condena, que no se cumplió íntegra, se alegraron los animalistas, pero, también, y mucho, los amantes del trote. Eso algo que a algunos les cuesta comprender: que quienes se dedican y trabajan cada día con animales, incluso los que se encargan de matarlos, suelen ser quienes más condenan su maltrato. No creo que haya conocido a nadie que venere más a los animales que mi padre. Soy hija y nieta de carniceros. De hecho, la mayor lección sobre respeto animal me la llevé en un matadero. Dos jóvenes matarifes arreglaban una vaquilla tras una fiesta. Al abrirla, descubrieron al ternerito. Nunca vi un enfado mayor ni una denuncia más rápida –contra el ganadero– a la Guardia Civil.

Están los cazadores que trinan con cómo afecta la nueva normativa a sus perros. A partir de cinco mascotas habrá que pedir una licencia de núcleo zoológico. La prohibición de criar obliga prácticamente a la esterilización, con previsión de multas. Mucho humanizar a los animales pero su libertad de relacionarse y copular las determina un ministerio. Que tiren de sexo tántrico. La norma sirve para todas las mascotas. Si lo unimos a que habrá que sacarse un curso, queda claro que el Gobierno nos toma por torpes, por decirlo fino, a la hora de cuidar animales. Como en la película de Superman y su perro, parece que nuestras mascotas están más capacitadas para cuidarnos a nosotros.

Decía Gandhi que «el progreso moral de una nación puede medirse en cómo trata a sus animales». En España, hay que añadir, también, «y a sus dueños». Aunque nos hacen guiños como adultos, nos tratan como a niños. Pero hasta los niños saben que los perros no hablan.