TIRO AL AIRE
Gente sin paraguas
El primer día del aguacero no sería importante si no fuera porque sigue lloviendo. Cuando deje de caer agua se nos olvidará que ha llovido
Cómo no hacer España grande otra vez
Reconstrucciones Mazón
Mucha gente ni siquiera recuerda cuándo empezó a llover. Hay quien dice que el primer día fue hace tres semanas. Otros que por lo menos cuatro. También están quienes juran que fue a mediados del mes pasado. Ahora bien, también he visto a gente ... que cree que está lloviendo sin parar desde principios de año. Eso sí, nadie discute que hace mucho que no llovía tanto, tan seguido, como si estuviéramos ante un cambio de era climática.
El primer día del aguacero no sería importante si no fuera porque sigue lloviendo. Cuando deje de caer agua se nos olvidará que ha llovido.
A mí se me olvida cuando estoy en casa a cubierto. Resguardada. Creo que por eso no tengo paraguas. Cuando empezó esta nueva era, fuera cuando fuera, tenía uno pequeño. Era de la niña. Infantil, muy enclenque. Poco práctico. Lo llevé a Sevilla de fin de semana. Llovió. No lo abrí. De haberlo hecho me habría mojado más. Al extenderlo se le desencajaban los nervios y las varillas y tenía que andar recolocándolas y pegándome con la cubierta. Al cerrarlo, igual. El muelle no ajustaba en el tope y terminaba empapándome de tanto girarlo. Aun así, fue y volvió conmigo en el AVE, lo cual es un éxito, porque una tiene que andar pendiente de no abandonarlo ni en cafeterías ni en controles. A cambio, me dejé la maleta. No me da la atención para tanto. Lo supe cuando el revisor avisó por megafonía. «Si alguien ha olvidado una maleta amarilla que acuda al coche cuatro». Se pasa vergüenza al recogerla. Al llegar a Atocha, en la primera papelera, me deshice del paraguas inservible. Por desviarme de lo importante.
Cuando salgo a la calle y llueve, me lamento de no haber comprado otro. De mi poca previsión. Luego me fijo en los escaparates de las zapaterías del barrio que los colocan bien a la vista los días de lluvia y ¡oportunistas! Puro capitalismo, siempre haciendo negocio de todo. Me imagino a los fabricantes de paraguas, relamiéndose, pensando en el siguiente aguacero, soñando con una cola de clientes. ¿Inversión o gasto? Igual me da, la mía es una decisión ideológica.
En casa –siempre hay alguien que vela por nosotros– han intentado comprarme uno 'premium'. Como en todo, hay niveles. Así descubro que hay muchos tipos: de mango, plegable, automático, doble automático y hasta invertido –una pasada, no se giran con el viento–. Hermès oferta uno por 900 euros. En El Corte les han dicho que el modelo que han elegido para mí –no el del Hermès, otro, uno básico– en cuanto llega, se agota.
Sigo sin él. Por eso, a ratos, me calo hasta los huesos. El otro día solo fue cruzar una calle. La Castellana. La ropa, el pelo… imaginen. Las bailarinas de piel no he podido salvarlas. Aún arrastro el enfriamiento. Pero, sigo esperanzada: ¿cuántos días de lluvia pueden quedar? A ver si escampa. Ya, de acuerdo, igual comparto pensamiento con quienes se oponen a destinar fondos a Defensa.
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