TIRO AL AIRE
El Uno
Jugar tus propias cartas con las reglas de otros sin objetivos es un sinsentido. Porque estropeas la partida
Que todo sea mentira
Elogio a la morcilla
El Uno –si tienen niños pequeños lo saben– es un juego de cartas con unas reglas simples y fáciles que permite entretener a un grupo de cualquier edad durante horas. Los participantes han de seguir la corriente del jugador anterior –en color o número–, ... salvo algún susto o alegría previsto en las cartas especiales.
El objetivo del juego es quedarse sin cartas avisando siempre al resto cuando te queda una. De ahí el nombre. Luego, por supuesto, se requiere un pelín de estrategia y picardía. Pero de ser cierto que la vida es como un juego de cartas, si ésta fuera como el Uno debería resultarnos más o menos fácil. Aun así, a pesar de lo elemental de sus reglas, seguiría habiendo ganadores y perdedores. Porque seguiría siendo la vida. Esa es la gracia.
Lo que más me intrigó cuando conocí el Uno, como española que ha echado horas y horas en la mesa camilla con la Fournier, es que todavía se puedan crear juegos nuevos con una baraja. Y sobre todo, que se pueda innovar desde la sencillez.
Me puse a mirar y resulta que el Uno lo inventó un barbero de EE.UU., en Ohio, a principios de los años 70 del siglo pasado y si nos ha llegado es porque Mattel lo comercializa desde los 90. Vamos que se inventó anteayer.
Como defensora de la simplicidad, me gustó mi descubrimiento. Por la esperanza de que no está todo inventado y de que se pueden crear nuevos sistemas con cuatro colores y una decena de números naturales sin la necesidad de complicaciones infinitas. Un sistema fácil para poner de acuerdo a mucha gente.
De alguna manera me parece que eso es el 1 de enero. Esa fecha en la que estamos todos de acuerdo –también los españolitos, como cantaba Mecano– en que empieza algo nuevo, aunque sea un sencillo método de contabilización. El del tiempo. El de los años.
Escucho a mucha gente hablar de propósitos sí, propósitos no para estas fechas. Y me parece muy bien, porque cada uno puede medir su vida como quiera, en años naturales, escolares o lo que sea.
Pero ¿sin objetivos? No entiendo la vida sin ellos, será porque la miro como un juego. Pero entiendo que cada uno se los plantee cuando quiera. Pero eso sí, espero que todos los tengan. Y los cambien también si hace falta, adaptándolos al curso de la partida.
Porque lo contrario es dejarse llevar por la corriente, por los demás. Jugar tus propias cartas con las reglas de otros sin objetivos es un sinsentido. Porque estropeas la partida, pero sobre todo, porque si no mueves tus naipes con una idea clara, otros se aprovecharán de ellas. Y ahí serás siempre un perdedor. En el bridge, en el mus o en el Uno.
Así que, aunque no sea hoy, que sea otro día, pero tengan objetivos. Y a jugar. Feliz Año Nuevo.
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