TIRO AL AIRE
Comer normas
De Mercosur a las cuotas de pesca en el Mediterráneo, los escucho lamentarse y me los imagino emplatando el papel de sus normas
¿Y si ya nos gobiernan los robots?
Mi exnovio Puigdemont
Me imagino que el papel, como el pan, sabe mejor si lo acompañas con algo con sustancia. Pero el relleno también hay que pagarlo y para eso se requieren ingresos y estos normalmente llegan cuando se ha trabajado antes. Pero, ¿y cuándo no te dejan ... trabajar? «El día que no vendo en la lonja, no entra dinero en casa», se escucha en las cofradías mediterráneas. Y así, como en una pescadilla que se muerde la cola, pero sin pescadilla, porque no se puede salir a faenar, visualizo a familias y familias de pescadores compartiendo pliegos de papeles a la hora del desayuno, la comida, la merienda y la cena los días de no jornal.
El papel también está caro, me dirán, pero seguro que todos los expertos, ponentes y firmantes de los nuevos acuerdos de las cosas del comer que nos llegan desde Bruselas habrán impreso unos cuantos. Para reciclar tanto folio, bien podrían mandar todos los usados a cofradías, casas de pescadores y asociaciones agrarias. Para que repartan. Aunque ahora todo se lea en la pantalla y se firme en digital siempre se maneja algo de papel en las oficinas. Siempre hay partida presupuestaria para él. Lo entiendo. A mí me sigue pareciendo más cómodo leer y subrayar en papel. Del periódico, ni hablamos. Pero me adapto a lo que venga. Lo mismo que los pescadores, los agricultores y los ganaderos con Bruselas. De Mercosur a las cuotas de pesca en el Mediterráneo, los escucho lamentarse y me los imagino emplatando el papel de sus normas. A lo Chaplin en 'La Quimera del oro'. Luego, con cuchillo y tenedor cortando duros tacos de papel. O con cuchara pescando barquitos remojados en la sopa. Mira, aquí va el artículo cuatro, ¡qué polémico fue!, será por eso que pica. Aquí el preámbulo, un poco dulce, la verdad. El papel, en todas sus versiones, no es fácil de masticar y se atasca. Se hace bola, dicen los críos. Pero cuando no hay otra, se traga.
Yo quiero creer que todo experto tiene razón, toda cuota es sólo por el bien del medio ambiente y todo acuerdo de libre mercado amplía libertades y oportunidades. Que con esto la gamba roja de Denia no se va a extinguir, el pollo no va a ser tan medicamento, el cereal de importación atenderá a los mismos estándares y derechos laborales europeos y la miel, uno de los productos más adulterados del mundo, va a ser muy miel. También quiero creer, como diría el Gobierno, que no se va a dejar a nadie atrás, que las ayudas previstas para los más perjudicados evitarán que tanta norma arrase (aún más) con nuestros verdaderos ecologistas: agricultores, ganaderos y pescadores… Pero también sé que si el campo y la mar no les dan de comer, los jornaleros de la naturaleza van a tener que empezar a comerse las normas. No por gusto. Sino porque, cada vez más, da la sensación de que en los despachos hay demasiada gente comiendo de las normas. Y así nos va.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete