tiro al aire
Abascal no es CEO en su casa
Usar la palabra mandar para referirse al que se ocupa del hogar es una contradicción en sí misma
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Cariño, tengo una mala noticia. No puedo vivir así, necesito que lo sepas y entenderé que no me perdones: hay otra. ... –Dos hijos, tú y yo trabajando fuera y tu padre en casa con sus achaques… ¿Otra? ¿De verdad? ¿Y cuándo dices que empieza?
El chiste se lo escuché –creo– a la humorista Assari Bibang y me viene a la cabeza cada vez que un hombre sale, como Santiago Abascal, con orgullo ¿igualitario? con lo de «mi mujer es la que manda en casa». Me da una risa como de cuota floja. El concepto mandar lo tenemos claro cuando hablamos de fuera… de casa. Ahí el que manda, jefe, director o consejero delegado, es por lo general el que más cobra. Suele estar exento de tareas básicas y repetitivas, pero también es el que más altos marrones se come. De ahí la pasta. Y la ambición de llegar arriba. Pero con la casa y su mandato ocurre como con la presidencia de las comunidades de vecinos: mucho trabajo y poca nómina.
La Confederación Española de Organizaciones de Amas de casa calculó hace unos años el sueldo de un ama –o amo– de casa: 1.700 euros brutos al mes. La estimación tiene en cuenta 40 tareas, de los críos a planchar, limpieza, cocina, etc. La casa es una Pyme, da un currazo. Que te lo comas tú u otros depende de muchos factores. En el caso de muchas mujeres de si hay o no servicio. No es lo mismo ser jefa que ser jefa e india.
Por lo general, el que no manda en casa suele ser el que llega a mesa puesta, al que nunca le preguntan qué hay que comprar, el que ni pajolera de si queda atún en la despensa o si el niño va a música mañana. Por eso, usar la palabra mandar para referirse al que se ocupa del hogar es una contradicción en sí misma. Una paradoja. La prueba, en idioma moderno, es que nadie dice el CEO de mi casa. Pero, sobre todo, que no haya surgido aún el Instituto Empresarial del ramo, el máster más completo sobre la casa, la familia y su gerencia. Sería carisísimo y con un índice de ocupabilidad espectacular. Con una competencia feroz. Además de las labores –'sus labores', ¿se acuerdan?– que todos tenemos en la cabeza, se incluirían asignaturas como secretariado y gestión de agenda, control de residuos, coordinación financiera, portavocía y gestión de crisis. Ésta última, fundamental. Todo habilidades muy valoradas de forma aislada, imaginen en conjunto.
La sociedad se rifaría a sus brillantes alumnos. Porque si hablamos de una gran escuela de líderes, destinados a gobernar y organizar, estaríamos ante una entidad mixta. No como la Sección Femenina. Aquí se impondrían cuotas para hombres que se morirían por entrar y, al salir, presumirían de su paso por la escuela y gritarían en el Congreso de los Diputados o donde hiciera falta, 'en mi casa mandamos los dos'. Pero claro, para eso, primero, hay que pillar el chiste.
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