EL RETRANQUEO
¿Te vas a creer a Podemos?
Hay equilibrios de poder allí donde el equilibrio de poderes es destruido
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Pablo Iglesias dice que se arrepiente de «haber entregado tanto poder a Yolanda Díaz» porque se ha aliado con mafiosos y sin Podemos no habría sido nadie. En parte de la derecha se ha extendido la teoría de que aún queda el triste consuelo ... de confiar en que Podemos amargue a Sánchez y fulmine su legislatura. En que el rencor, el revanchismo y la vendetta, sus especialidades quirúrgicas, se impongan. A la derecha social, quién lo iba a decir, se le ve en las costuras la extraña esperanza de que Iglesias se convierta en un aliado insospechado. La caída de Sánchez, de producirse, no llegaría así desde la derecha, sino desde una izquierda extrema que él ha fagocitado hasta dejarla sin mensajes ni recursos. Cualquier revuelta de Podemos contra Yolanda Díaz sería un mero divertimento 'local' de escarmientos… si no fuese porque en la carambola hundiría a Sánchez. Por eso no ocurrirá. A Podemos le basta con lo mismo que al PSOE, aprobar tres leyes –presupuestos, amnistía y asalto al poder judicial–, para después socavar a Díaz y sus 'avances sociales' sin miramientos. De ahí no pasará.
La derecha permanece en aquel catastrófico shock del 23 de julio. Rajoy tardó ocho años en vencer al PSOE, pero siete años más para Feijóo son inviables en estos tiempos de urgencias sin segundas oportunidades. La derecha sociológica es libre de soñar con imposibles, como que a Sánchez se le derrumbe el andamiaje desde dentro. Pero solo es soñar. Los odios endémicos y las humillaciones públicas son costumbre en Podemos, sí, pero que esa certeza deje un regustillo de justicia divina en el votante de la derecha por que Iglesias rabie con la anulación de Belarra y Montero no deja de ser un argumento abocado a la frustración. Confiar en que la capacidad cainita de la izquierda surta efecto para bloquear al PSOE sólo da una falsa sensación de seguridad en quien se engaña. No harán el trabajo sucio a la derecha.
A lo sumo, Iglesias madurará al sanchismo, lo agotará con negociaciones al límite y rentabilizará su debilidad, pero no lo dinamitará. Paradójicamente, Sánchez es la pieza que necesita Podemos para regurgitarse a sí mismo en su desesperado intento por regresar con su bilis de populismo a las elecciones europeas. A fin de cuentas, vivir contra Sánchez es no morir. Que una cierta –e ingenua– derecha espere de Iglesias un castigo irreversible a Sánchez es tanto como no asumir que el 'procés' de 'bildunización' del PNV es real y que el PP perderá el tiempo si le guarda ausencias. Imaginar un cataclismo causal de Sánchez sólo revela ansiedad e impotencia.
En su inestabilidad, la política oscila hoy con un único código, el de un estado de necesidad en el que el fin justifica los medios. No hay gobernabilidad, sino deconstrucción. No hay soberanía nacional, sino popular. Hay equilibrios de poder allí donde el equilibrio de poderes es destruido, y hace tiempo que Sánchez parasitó a Podemos sin que Iglesias supiese reaccionar. La raquítica supervivencia de Podemos –cuatro en una mesa camilla– sólo dependerá de dar carta de naturaleza a Sánchez con amenazas y faroles, no de autodestruirse definitivamente.
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