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el retranqueo

Sánchez no va a cambiar

En él, la fractura social, el atavismo histórico y la ligereza moral son las fórmulas para el control del poder

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Por acción o por omisión

Manuel Marín

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Si algo han demostrado los homenajes a las víctimas del 11-M es que Pedro Sánchez sigue siendo uno de esos tipos inalterables, gélidos, con jactancia de esa imagen atérmica e insensible que se ha creado. Le rodea una coraza casi mitológica que lo hace ... invulnerable a la crítica, a las amistades, a los afectos personales, a toda ética. Sea con ministros y subalternos, sea con cualquiera que ose contravenir su impronta de infalible. Sánchez es él y su muro, él y el desprecio ideológico, él y aquella confabulación de cordones sanitarios y odios atávicos de hace veinte años que hoy se perfeccionan y resucitan. Él y la mentira. Sánchez demostró ayer en el Senado, casi un año después, que nada le ha cambiado y nada le va a cambiar. Su mirada evoca una mística cultivada con un concepto tóxico de la institucionalidad que a fuerza de costumbre se ha naturalizado y legitimado en el ideario colectivo. Las víctimas del 11-M y el muro. Koldo y el muro. El separatismo y el muro. La corrupción y el muro. El delirio de la amnistía que él rechazaba y el muro. Su 'no es no' y el muro. Su ego y su muro.

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