el retranqueo
Miénteme, anda
Para mentir solo se precisa una dosis equilibrada de convicción y cinismo
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Mentir en la vida pública se ha convertido en una costumbre con ventaja; sencillamente, no penaliza. Se normaliza la mentira como método inocuo de convencimiento y se logran éxitos sorprendentes. El proceso es cada vez más sencillo. Se diseña una no verdad de consumo ... político por estrambótica que sea, se coloca en el mercado utilizando resortes –personas– de aparente prestigio social y 'expertise' cuya opinión pueda ser tomada por discutible, pero no como reputadamente falsa, y se disemina el mensaje de modo repetitivo. La resignación por aburrimiento tras una percusión constante de esa no verdad termina somatizándose hasta transformarse en lo contrario de lo que es. La mentira no deja de existir, pero se tamiza y camufla, se multiplica, se asume y se embadurna de ideología porque en tiempos de polarización los extremos de pensamientos alfa son verdades únicas. Una realidad virtual evoluciona así hacia una paulatina aceptación real.
Ryan Holiday, un presuntuoso convencido de la manipulación, lo expresó en 'Confía en mí, estoy mintiendo', y Donald Trump fue el mejor relator de 'hechos alternativos'. Ya no existe una realidad objetiva compartida, ni una definición de hechos incuestionables sobre los que opinar una vez que se hayan constatado. Cada ciudadano elige hoy sólo los hechos que quiere creer desestimando los demás. Marty Baron solía afirmar que mucha gente no tiene interés en los datos objetivos dados a conocer con rigor aunque sean lo más cercano a una verdad contrastada. Esa gente sólo se muestra de acuerdo con la información que coincide con su opinión preexistente, de modo que la predeterminación del criterio se impone a los mismos hechos por conveniencia. Resulta fácil. Se sustituye la mentira por una verdad artificial, bien construida, maniquea y creíble en función de esa predeterminación mental. Para lograrlo solo se precisa una dosis equilibrada de convicción y cinismo y, una vez asentado el artefacto, surtirá efecto porque el proceso de cosmética social está viciado por la predisposición a aceptar cualquier mentira a sabiendas de que lo es. Basta con el mero hecho de haber prefabricado en la mente de cada cual una idea sobre esa mentira que no la haga falaz, sino válida, aceptable, defendible, oportuna…Hasta decente. Hecho el trabajo sucio, es posible incluso trivializar la mentira y bromear rebajando su tono y trascendencia hasta aburrirla de sí misma. Miento, sí, y qué. Y además me río de ti.
De la fractura social generada por la mentira, de la ira o la convulsión entre partidarios y detractores, surge después el caldo de cultivo idóneo para reeditar la estrategia una y otra vez. La autenticidad de la palabra original da igual porque el fin justifica los medios. Tu libro escrito por un 'negro', tu tesis plagiada, tu purga en el Congreso, tu amnistía, tus verdades y mentiras mezcladas. Lo que era ilegal, injusto e inmoral pasa a ser legal, justo y moral. Porque sí. Para mentir no hay que ser sofisticado. Sobra con que haya una masa deforme y sumisa dispuesta a creer y tres peones a sueldo. Un letrado mayor, un presidente del TC, la mística de la obediencia y el fervorín ideológico. Miénteme. No pasa nada.
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