el retranqueo
Sánchez ya tiene a su 'hombre de paz'
El apoyo de Sánchez a Puigdemont lo deja en evidencia, y da por cancelado el proceso judicial contra el separatismo: ya se ve investido
Debió salir bien a Sánchez aquella extraña salida que tuvo en el programa de Alsina en plena campaña electoral cuando, tras serle leída una interminable lista de verdades incumplidas o mentiras cumplidas, que viene a ser lo mismo, el presidente del Gobierno se limitó a ... decir con desparpajo aquello de que «sí, en efecto, antes decía una cosa, pero ahora he cambiado de posición». Y debió salirle bien porque ni esa asombrosa capacidad para afirmar una cosa y su contraria sin arrugarse tuvo consecuencias negativas en las urnas para él, ni tampoco parece tener ahora el menor interés en corregirlo. Es la fuerza de la costumbre: cuando la mentira adquiere un valor inmutable que no te penaliza, tiendes a utilizarla exponencialmente porque a fin de cuentas da exactamente igual.
Hasta la hemeroteca ya es lo de menos. En su día Sánchez sostuvo que detendría a Carles Puigdemont si ganaba las elecciones, que cometió un delito de rebelión y que endurecería las penas por las conductas que el independentismo ha convertido ahora en un 'ejercicio de libertad' y en una 'exigencia democrática'. Hoy, en cambio, y desde Nueva York, Sánchez ha hablado por primera vez de Puigdemont sin medias tintas. Y lo hizo exactamente igual a cuando Rodríguez Zapatero bautizó en su momento a Arnaldo Otegi como 'hombre de paz'. A cada líder del PSOE, su hombre de paz, su demócrata blanqueado, su indepe ejemplar, su delincuente de bolsillo, su llavero de indignidad. Y a otra cosa.
Con una sola frase –«una crisis política nunca debió derivar en una acción judicial»- Sánchez revela demasiados secretos suyos con Junts: que cree tener cerrada la investidura cuando fracase Núñez Feijóo, que su sumisión a Carles Puigdemont, huido de la justicia, es absoluta, y que aquello con Alsina fue solo un mero calentamiento, un pequeño ensayo de entrenamiento casi irrelevante para poder superarse ahora con una rueda de molino del tamaño de Gerona. Otegi fue un hombre de paz para el PSOE. Pero Puigdemont salta la banca: un hombre de paz, de convivencia, de progreso y demás parafernalia sanchista no era suficiente. Puigdemont tiene que ser el hombre para todo, el hombre total, el hombre de moda en este PSOE que engulle chatarra política sin límite ni criterio. Puigdemont es desde ahora el hombre que no regresará a España oculto en un maletero, ni en un furgón policial, sino bajo palio y con la marcha 'Gloria in excelsis' sonando. Y después, dirá, 'Ja soc aquí', con Sánchez, Iceta, Illa y demás 'cambiadores de posición' aplaudiendo. Todo, por la 'pacificación del conflicto'.
Atrás quedarán un Tribunal Supremo del Reino de España derruido; una Sala Penal prácticamente acusada de prevaricación por juzgar injustamente a inocentes que se limitaron a expresar con su voto un sentimiento identitario en libertad; un discurso del Rey cancelado para la historia; una amnistía para negar que lo que ocurrió sí ocurrió; unas Fuerzas de Seguridad juzgadas y estigmatizadas por represoras; y a Puigdemont como comandante en jefe del 'Piolín' saludando desde el puente a una bahía enfervorizada ´con su héroe.
Tras escuchar a Sánchez a dos metros de Naciones Unidas, sólo quedan dos preguntas por hacerse: ¿Forzará a la bandera de España a llevar un lazo amarillo colgado para los restos? ¿Por qué votó el PSOE a favor de una intervención en Cataluña con el artículo 155 de la Constitución? No se responda. Cuando lo haga, Sánchez ya habrá cambiado de opinión de nuevo.
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