el retranqueo
Un fiscal al destrozo
Nunca un fiscal habló así del destrozo que causa su jefe a la Fiscalía. Con razón
Traidor, no preguntes por qué
El referéndum es hoy
Salvador Viada es fiscal. Uno de esos fiscales de los de toda la vida, de oposición brillante, destinos incómodos, saber hacer y compromiso acreditado. Con la carrera. Un jurista serio. Un buen tipo, de los que conviene cruzarte en la vida. Su estatuto habla de ... autonomía, de jerarquía, de dependencia organizativa, pero también de criterio jurídico propio. Su mujer también es fiscal. La conocí en sala, y es una fiscal, fiscal. La veías con la toga y las puñetas ordenando sus carpetas encima de la mesa junto al estrado, y acojonaba. Rigurosa, estudiosa, detallista, controladora. Recia, adusta, severa, al grano. Tan fría. Lo que se espera de una fiscal. Igual que Cuartango dice llevar tinta en las venas, Salvador y Teresa chorrean ministerio público.
Es que ser fiscal no debe ser fácil. Tienes en tus manos años de cárcel para el prójimo y tomas decisiones trascendentes para la vida de la gente. De ellos depende que un banquillo te señale o te encierre. O un acuerdo de conformidad cuya negociación el Estado tiene la obligación de proteger con secreto. Un fiscal puede destrozarte la reputación, crucificarte, matarte en vida como dice Koldo. Salvador siempre se dejó las cejas para que la política sacase sus manazas de la institución. Lleva más de 30 años hablando de dignidad de la carrera, del valor del servicio público, de la entrega. Y tropezaba. Y se levantaba. Y caía entre putaditas. Y se reincorporaba. Siempre ha batallado por una causa que creía justa, la de rescatar a la Fiscalía y limpiarla del barro con el que tanto gusta estropear la toga a tipos como Conde-Pumpido. Un antimanchas. Pelea contra esto de que un fiscal, por obediencia, por la imposición del conducto reglamentario, se tenga que arrodillar ante esos perfiles grises que en los segundos niveles de La Moncloa, y en los primeros, sugieren instrucciones que no son sino órdenes drásticas a voces.
Salvador se ha despachado a gusto. Imagino que fruto de una desesperación, de un hartazgo que hace insostenible esta apropiación de la Fiscalía que un fiscal mediocre y de media caña como García Ortiz ha hecho de todo un cuerpo de profesionales. Ha militarizado el Ministerio Público, y para eso solo se necesitan tres cosas que este fiscal general reúne con pringosa meritocracia: una facilona voluntad de sumisión lanar, un presidente que no se sonroje al presumir de que la Fiscalía es él, y una pandillita de amigos con los que hacer virtud del nepotismo.
Esta legislatura es la de las infinitas 'primeras veces' de algo. Nunca los periodistas usamos tanto la palabra 'inédito'. Pero es que nunca un fiscal, nunca Salvador, ha hablado de alguien con tanta dureza sobre Ortiz. Y con razón. «No le tenemos ningún respeto». «Un hombre de marcada dependencia gubernamental, de un perfil bajísimo». «No es concebible que un fiscal general esté condenado por desviación de poder». «Sustituye la voluntad de la ley por la suya propia». «No da la talla». Es hartazgo, sí, pero también arrojo. Lo que en costalería se llama levantar al destrozo. No le servirá de mucho. Salvador seguirá estando marcado con el incómodo estigma de la rebeldía y demás. Pero se viste la toga por los pies, y es difícil eso. Noble, sin atajos, con verdad en los ojos. Y eso, un fiscal al destrozo y a la cara se agradece.