el retranqueo
¿De quién depende la amnistía? Pues ya está
Sólo se intuye una metástasis en el sistema nervioso de la democracia
La duda era aclarar si Puigdemont querría desestabilizar el sistema desde dentro, como Bildu y ERC, o desde fuera. Era un tipo acabado, un 'friki' del indentitarismo condenado a ser carne de 'meme', un icono caído de rutina irrelevante y milagros latentes, suspendido en ... vida y desahuciado. Se le ha infravalorado. Hoy ha dejado en 'shock' al PP, ha tensionado al PSOE, ha desarmado a las instituciones, ha ninguneado a ERC, ha criminalizado al Supremo, maneja el Congreso, ha silenciado al Consejo de Estado, ha movilizado a la derecha sociológica, y ha sentado en la sala del piano de un hotel de Bruselas al mensajero Santos Cerdán como un buda feliz a la espera de su azucarillo. Y todo, desde un maletero, decretando su propio estado de alarma. En su inclinación por la delincuencia no ha mentido. Ha logrado que el patrimonio de la mentira sea exclusivo del PSOE. Lo hemos convertido en víctima mientras esta democracia peronista-visceral se embarulla a bofetadas culpándose a sí misma y convenciéndose de que pedirle perdón es una obligación moral. Puigdemont hace lo que debe hacer, lo que sabe hacer. A cambio, el PSOE cree fortalecerse difuminando cualquier frontera de la decencia política, estresando la convivencia y disfrazando de mal menor cualquier ilegalidad. Cuando en una democracia el fin justifica los medios, la verdad viene de nalgas.
Esto no va de convivencia, ni de pacificación, ni de fraternidad. Va de escrúpulos, de supervivencia, de compraventa y de mercadeo mercenario. Puigdemont crece en el desorden, en el conflicto, en los gases lacrimógenos, en la exaltación del victimismo, en un Estado que se retuerce, en un TC de todo a un euro, en un Congreso adocenado, de cobardones, y cerrado, y en la aceptación de que un malversador de Soria irá al banquillo y otro de Girona, al fútbol. Tenía razón Torra con aquel 'apreteu, apreteu', y ahora es el sistema inmunitario lo que nos falla. No son reaccionarios con semilla de guerracivilismo los que se manifiestan, sino ciudadanos en un Estado indefenso, desapoderado, inerme y al descubierto.
Algo no va bien cuando por primera vez un órgano constitucional denuncia que el Estado de derecho está en peligro de abolición. No va bien cuando un presidente autonómico es acusado de terrorismo. No va bien cuando cada votación del TC está predeterminada. No va bien cuando se impulsan perdones selectivos para terroristas, corruptos o narcos. No va bien cuando se exige procesar a los jueces que aplicaron la ley en libertad de criterio. El 'lawfare' sólo es una venganza humillante para revertir el orden. Sea investido o no, lo grave es que lo está intentando sin topes ni frenos. Nos empeñamos en interpretar a Puigdemont, en reducir todo a que pretende salvarse y regresar como un héroe, en saber cuánto odia Junqueras o a España. A estas alturas, el diagnóstico se conoce pero la consecuencia, no. Sólo intuimos una metástasis en el sistema nervioso de la democracia. Sabemos que nos odiamos más que antes, pero Sánchez repite 'apreteu, apreteu'. Oiga, ¿de quién depende la amnistía? Pues ya está.
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