EL RETRANQUEO
Alguien debería dejar de hacerlo
Nos hemos aburrido de la amnistía o el 'lawfare'. Que alguien dé el queo
La pesadilla de las cajas embaladas (10/1/24)
El instinto y la bolera (9/1/24)
Nos estamos cansando de hablar de la amnistía. La hemos normalizado, somatizado, interiorizado. Es como si todo estuviese dicho ya. Está asumida en el ideario colectivo. Su exposición de motivos, su articulado, cada letra creada para delincuentes concretos. Conocemos sus verdades a medias y ... la mentira completa que nos equipara a una amnistía a la portuguesa a sabiendas de que es una burda distracción. Conocemos su tramitación exprés, su aplicación, sus beneficiarios… y como sabemos todo, ya no existe novedad, decae el interés, no hay noticia. Ya no pasa nada.
Ellos son más combativos y están más organizados. Creen en su extorsión, la moldean y juegan. Son disciplinados y militantes. Nosotros, no. Nunca dejaron de roer la Gürtel, el Prestige, Irak. Pasean actores y cacerolas. Maquinan con las miserias del rival, rentabilizan los errores y abusos ajenos, y siempre ganan. Son obedientes, incluso hasta para quedar en ridículo con unos gramos de pélet. Para consumo propio, imagino. Asistiremos en el TC a deliberaciones pseudojurídicas, vestidas con tecnicismos aparentemente impecables, de esos manipulados y arbitrarios. El creativismo. Que nos dé pereza su letra pequeña, gris y densa. Dictarán fallos envueltos en papel de regalo y repartirán relatos con algodón de azúcar. Veremos cómo se termina de maltratar a jueces libres y cómo se justifica la desviación de la lógica constitucional mientras nos damos palmaditas por erradicar a los 'disminuidos' de la Constitución. Y entonces, un avance social encubrirá un retroceso moral y ocultará la recuperación de los indultos generales. Lo uno por lo otro. Legislando a dedo, con el uso alternativo del derecho y una alfombra roja.
Asistimos a un desgarro. Hay socialistas que lo aceptan pulsando en su escaño el botón verde, y a escondidas se inflaman contra su propio partido, con aspavientos indignaditos en los restaurantes o en la confidencia de 'wassaps'. Después, dejan la servilleta arrugada en la mesa y siguen como si nada. Ni siquiera saben qué han votado a ciegas, ni lo que Bolaños firma en su nombre en pasillos oscuros. Sólo están amaestrados para aplaudir con el meñique en alto. El engaño se valida, la realidad se retuerce, y el voto sirve. «A ti qué más te da». Nos hemos aburrido del 'lawfare', de las cuestiones prejudiciales, del goteo de excarcelaciones de etarras con condenas incompletas. Bostezamos en cuanto nos hablan de competencias exclusivas, de estructuras de Estado, de balanzas fiscales, de cupos. La indolencia alimenta el olvido. A fuerza de costumbre, y con la democracia como coartada, la reiteración de abusos normalizados terminará sedándonos hasta aceptar que la soberanía nacional es soberanía popular. Ganan por agotamiento, por esa rutinaria anomia ciudadana capaz de engullirse las cucharadas de una calculada corrupción del sistema para favorecer a quienes nos odian. Y eso no es ideológico. Ni por convivencia. Ni por principios. Es porque sí. Nos hemos cansado de repetir que todo es muy grave. Nos agotamos de degradación. Nos resignamos. Alguien debería dejar de hacerlo. Dar el queo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete