el retranqueo
Que si la abuela fuma
Sánchez ha renunciado a que el PSOE se parezca a España, y sólo quiere que España se parezca a él
No sé qué decirte, ministro
Esto ya lo hemos vivido
El PSOE puede ser el partido que más se parece a España, como reza el mantra que con tanta pedantería empleó Zapatero antes, y Sánchez ahora. Pero este sanchismo de trinchera, muros y mapas en azul no es lo que más se parece a España. ... La falsa autocrítica pasa por ningunear a los candidatos y avergonzarlos por su falta de talento y liderazgo. Lo que ocurre es que sólo fueron candidatos por el dedazo de Sánchez, y su fracaso es también la voz de este Zapatero 'reloaded' mendigando el voto para el BNG. Sánchez ha vaciado al PSOE. Le basta y sobra con liderar una alianza de perdedores renunciando a un proyecto nacional con identidad propia y mensaje unívoco. Sánchez es culpable, pero menos que este socialismo anémico que se lo consiente. Si nadie se alza frente a la resignación, sólo puede ser achacable a cobardía, impotencia o gusto sumiso por una autocracia orgánica.
Hay un punto en la vida en el que si alguien pierde la perspectiva y asume un hiperliderazgo mesiánico, si no entiende que su ego suplanta a la diversidad del colectivo y sustituye la complejidad de una estructura plural por la satisfacción de una obsesión personal, antes o después entra en 'default' y en una compulsión autodestructiva. Despedida y cierre. A Iglesias, Casado, Rivera o Rosa Díez nadie les dijo nunca que estaban desnudos cuando sustituyeron la lógica por el histrionismo.
Sánchez ha sacrificado al PSOE con la anuencia de un equipo de obediencia lanar, con los valientes laminados, y con los conversos acreditando su falta de dignidad. Ha minimizado al PSOE con el jalonamiento de Zapatero para lograr un mimetismo acrítico con el independentismo, y ha desnaturalizado al partido con la indolencia de una militancia que de verdad creyó que bastaba con el simple estribillo del muro para protegerse del salvajismo come-rojos de la derecha. Ayer, Zapatero infligió daños al PSOE, pero hoy ha convencido a Sánchez de que el guerracivilismo, lo 'indepe' y un proceso deconstituyente son más útiles y rentables que reducir la socialdemocracia a una parodia. De que sí compensan.
Es un extraño caso de suicido colectivo, algo propio de esas sectas arraigadas en las que ya nadie distingue cuándo el líder iluminado busca lo mejor para la colectividad, y cuándo la usa como rehén de sus obstinaciones. Hoy el PSOE no es una bisagra ni una muleta. Es un partido nacionalista, soberanista, empeñado en negar su propia identidad. Hace pasar al progresismo defensor de la igualdad por un proyecto compatible con el separatismo identitario. La antítesis es demoledora. Sánchez no quiere ganar. Quiere gobernar. Ha renunciado a que el PSOE se parezca a España, y solo quiere que España se parezca a él. La empobrecedora transformación del PSOE es la de aceptar como bien mayor el liderazgo tóxico de una coalición de retales en vez de asumir como mal menor la virtud de la socialdemocracia constructiva. Ceguera, obediencia debida y punto. El PSOE no es un partido. Es una plataforma menguante de poder, una trituradora de escrúpulos y un bisturí para la honra. Pero ellos dicen que si la abuela fuma.
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