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pincho de tortilla y caña

De mal en peor

La mentira se ha convertido en la moneda de cambio de los discursos oficiales

Opus

Reconciliación

Luis Herrero

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Muchas veces me he preguntado si la situación actual de la política española es la peor que recuerdo desde la recuperación de la democracia. Hasta hace poco creía que no. La del tránsito de los años 70 a los 80 fue horrorosa. La brutalidad ... del terrorismo era insoportable. La situación económica, ruinosa. El partido gobernante estaba hecho unos zorros. La oposición, al olor de la sangre, cargaba contra el poder con saña jupiterina. Las salas de banderas de los cuarteles bramaban de indignación. El presidente del Gobierno, desbordado por la situación, tuvo que dimitir de su cargo. Un guardia civil entró a tiro limpio en el Congreso de los Diputados y secuestró al Parlamento durante 18 horas. Estuvimos muy cerca de mandar la Transición a pudrir malvas. Como recuerdo calamitoso no está nada mal. Tampoco es manco el de la primera mitad de la década de los 90. La economía seguía en crisis, la brutalidad sanguinaria de ETA dio paso a la guerra sucia de los GAL, el cainismo de la polarización política hizo que el ambiente social se volviera irrespirable, los contrafuertes del edificio democrático estaban colonizados por el PSOE, tres editores de prensa que abrevaban a diario en el palacio de La Moncloa controlaban el 90 por ciento de los medios de comunicación y el hedor de la corrupción se extendía por todo el país con una intensidad nauseabunda. Hasta hace poco recordaba aquellos años como los peores que me había tocado vivir. Ahora creo que hemos batido el récord del desastre. ETA ya no mata, pero sus herederos dictan las normas que regulan la seguridad ciudadana. El cainismo de la polarización política, con una generación más joven en el pescante de la vida pública, aún es más atroz que hace treinta años. Los contrapoderes del Estado están atestados de submarinos gubernamentales. La prensa independiente está seriamente amenazada por la pulsión liberticida de la izquierda. El Parlamento está secuestrado por la inacción de un Gobierno sin mayoría estable. La mentira se ha convertido en la moneda de cambio de los discursos oficiales y la corrupción campa a sus anchas en el perímetro más cercano al número 1, que viene a ser algo así como el sinónimo numérico de la X que se hizo famosa en el momento más pútrido del felipismo. Y por si todo esto fuera poco, la oposición está en Belén con los pastores. En los ochenta, un PSOE que acababa de apostatar del marxismo fue capaz de conectar con una gran mayoría social que anhelaba el cambio. En los noventa, un PP recién refundado supuso una cierta esperanza de regeneración. Hoy, del viejo PSOE sólo quedan las siglas y el PP aún arrastra el estigma de la mangancia. Los pioneros de la llamada 'nueva política', a derecha e izquierda, se han ido a hacer puñetas y el conjunto de la sociedad, dividida en dos hemisferios sin vasos comunicantes, aguarda resignada a que suceda un milagro que nos saque del lío. La esperanza se ha convertido en un acto de fe. Pincho de tortilla y caña a que si Jorge Manrique levantara la cabeza volvería a concluir que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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