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PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA

Algunos hombres malos

Pumpido pagará por sus pecados, los procedimientos judiciales zarandearán los cimientos de Moncloa y la mayoría parlamentaria entrará en barrena

Destruir al adversario

Sánchez, contra las cuerdas

Luis Herrero

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El otro día escribió José Peláez una columna que hizo que se me atragantara el desayuno. No es frecuente, porque suelo leer sus escritos con agrado y la mayor parte de las veces sus argumentos acaban convenciéndome. El artículo que se me atoró en ... el gaznate sostenía la tesis de que la talla moral de un solo hombre (se refería a Pedro Sánchez) había puesto en jaque la democracia. Más que eso. «Sánchez ha luchado contra la democracia –sentenciaba– y la ha machacado». ¿Puede hacer eso un solo hombre?, me pregunté al leer una afirmación tan vallisoletana (Peláez es de Pucela y tiene una clara inclinación hacia esa rotundidad descarnada tan propia de la gente de Castilla). Negué con la cabeza. No, no puede. Mi amigo se equivoca, concluí. Su tesis era que Sánchez se ha convertido en un tirano porque el sistema se lo ha permitido. «No es un asunto de personas, sino de sistemas», afirmaba con contundencia. Su razonamiento probatorio era aparentemente sólido. Partía de la base de que, a diferencia de lo que pasa con las personas correctamente socializadas, los cimientos de Sánchez –«un personaje que parece sacado de una novela de Stephen King»– descansan en la ausencia de normas y de principios. Y, por lo tanto, concluía, hace lo que hace porque nada se lo impide. Además añadía: «Nada de lo que ha hecho es ilegal». Creo que fue al llegar a esta afirmación cuando estuve a punto de pedirle a mi mujer que me hiciera la maniobra de Heimlich. Para ilustrar su teoría Peláez ponía tres ejemplos: no es ilegal poner a la Fiscalía al servicio de los intereses del Gobierno, ni convertir al TC en un hampa, ni gobernar a base de decretos dándole la espalda al Parlamento. Dejemos a un lado de momento la valoración penal de esas conductas y vayamos al fondo del asunto: para que tales cosas sucedan es condición necesaria que haya fiscales, magistrados del TC o padres de la Patria que estén dispuestos a hacer lo que el tirano les pide. El sistema no está pensado para que lo administren individuos sin escrúpulos. Se presupone que no todos ellos son criaturas salidas de las novelas de Stephen King y que, si se detecta algún ejemplar de ese pelaje terrorífico, la integridad de la mayoría restante procederá a retirarlos de la circulación. Mi tesis, querido José, es exactamente la contraria a la tuya: no es un asunto de sistemas, sino de personas. Sin la complicidad de algunos hombres malos Sánchez no hubiera podido abrazarse a la lira mientras prendía fuego al principio de la separación de poderes. Estoy de acuerdo contigo: «Sin Legislativo por una parte y sin independencia judicial por otra, el camino solo lleva al abismo». Pero, ¿quién obliga a los diputados o a los jueces a corromper su conciencia? Además, no seas gafe, tío: pincho de tortilla y caña a que, antes o después, Pumpido pagará por sus pecados, los procedimientos judiciales zarandearán los cimientos de Moncloa y la mayoría parlamentaria entrará en barrena. El sistema, aunque maltrecho, aún es más poderoso que las malas personas.

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