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pincho de tortilla y caña

La gran duda

Reconforta saber que no soy un extraterrestre que vive en un planeta de otro sistema solar

A lo bestia

El dedo y la luna

Luis Herrero

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Me reconforta saber que la mayoría de la gente ve las cosas como yo las veo. Ni soy un marciano ni me he vuelto loco. Las cosas van mal. En la política, digo. No es que yo me lo invente o que los amigos que ... me rodean sean unos carcas, o que me haya dejado abducir por impresiones subjetivas. Sé que no visto ningún uniforme, que no le rindo lealtad irracional a nadie, que no estoy al servicio de ninguna causa partidista y que no confundo la ideología con la religión. Lo sé porque me conozco y con eso me basta. De lo que no estaba tan seguro era de que mis apreciaciones, como observador que pretende ser neutral, no estuvieran viciadas por el aire que se respira en la burbuja en la que me muevo. Los corifeos del Gobierno defienden con tanto ardor el argumentario oficial, ése que sostiene que los burros vuelan, que a veces, cuando paseo por el campo y veo a algún jumento comiendo yerba, me detengo a mirar si esconde alas debajo de las pezuñas, no vaya a ser que no las haya visto y el idiota sea yo. ¿Será verdad –me preguntaba– que los familiares de Sánchez que están siendo investigados hayan tenido una conducta ejemplar y que todo sea una maniobra urdida por jueces ineptos salidos de la fachosfera? ¿Acaso el fiscal general es la reencarnación de James Stewart en 'Caballero sin espada' y yo me dejo engañar por los cantos de sirena de la ultraderecha? ¿Puede ser que la mayoría de mis conciudadanos estén contentos con los gobernantes que tenemos y que yo sea uno de esos cavernícolas cegados por el odio que no se den cuenta de su valía? Estaba sumido en esas hondas divagaciones cuando el domingo leí la encuesta de ABC. Seis de cada diez españoles –incluido un tercio de los votantes del PSOE– creen que Begoña Gómez y David Sánchez, esposa y hermano del jefe del Gobierno, respectivamente, se beneficiaron indebidamente de su parentesco presidencial. La opinión de que el fiscal general debe dimitir es tan transversal que la suscribe el 43 por ciento del electorado socialista. La corrupción vuelve al podio de las preocupaciones ciudadanas y comparte el segundo cajón, el de la plata, con la polarización política. El malestar con la situación del país se dispara casi veinte puntos desde que se celebraron las últimas elecciones. No es que me alegre de que el paisaje sea tan sombrío, pero, como decía al inicio del artículo, reconforta saber que no soy un extraterrestre que vive en un planeta de otro sistema solar. Dicho esto, confieso que tras la sensación de alivio me ha sobrevenido una duda mucho más inquietante: y si la gente está tan desengañada con el poder, ¿por qué no se hunde el partido gobernante en la intención de voto de las encuestas? Después de rascarme la cabeza, arriesgo mi respuesta: porque una España sin Sánchez no tiene por qué ser necesariamente mejor. No basta con derribar lo que estorba. Hace falta saber qué proyecto ocupará su lugar. Pincho de tortilla y caña a que si Feijóo no es capaz de ganar esa batalla tendremos que esperar a la 'foto-finish' del recuento electoral.

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