pincho de tortilla y caña
El bonzo
Del Sánchez del «no es no» ya no quedan ni las cenizas. Los indultos y la amnistía lo calcinaron del todo
El lento del grupo
El malo de la película
Me echo a temblar cada vez que Sánchez habla de su lugar en la historia. Quiere que su nombre pase a la posteridad con letras doradas y que las próximas generaciones le recuerden como al domador que mantuvo en la jaula a la fiera de ... la extrema derecha y que apaciguó la embestida independentista de Cataluña. Que lo desee no me parece mal, desde luego. Lo que me asusta es que piense que va camino de conseguirlo. Lo de la fiereza de la extrema derecha no deja de ser un chiste si lo comparamos con la que exhiben sus socios de la extrema izquierda, pero admito que es un discurso eficaz para sus intereses electorales. Parafraseando su propia terminología podríamos decir que es un bulo que le funciona. Es un problema inventado, o exagerado, si se prefiere, que le proporciona un discurso útil para movilizar a los suyos. Otra cosa distinta es la cuestión catalana. Hasta hace poco creí que él no se engañaba a sí mismo y que sabía que sus cesiones a las demandas independentistas sólo servían para prorrogar su estancia en el poder, pero ahora empiezo a pensar que él se cree, en efecto, que su política es sanadora y que ha encontrado la fórmula magistral para acabar de una vez por todas con el problema del encaje de Cataluña en la idea de España. De ahí que demande un hueco destacado en la vitrina de la historia como el lugar que le corresponde. Alguien debería explicarle, me parece a mí, que a la galería distinguida de la posteridad no se llega siendo Chamberlain, que creyó que el deshonor le alcanzaría para evitar la guerra, sino defendiendo el honor en el campo de batalla.
ERC se ha dado de plazo hasta finales de julio para alcanzar un acuerdo con Salvador Illa para evitar que las conversaciones acaben sin las consecuencias indeseables que provocan los agobios de última hora. Marta Rovira ha reforzado los equipos negociadores y les ha dado instrucciones severísimas para que aprieten las tuercas todo lo que puedan. Aunque ella es poco amiga del pacto, le gustaría poder evitar la repetición electoral porque esa es una cornisa que se asoma al abismo. Las últimas encuestas son tan malas que dan vértigo. A pesar de todo sabe que sus bases sólo ratificarán el apoyo al candidato del PSC si las contrapartidas que obtienen son tumbativas: recaudación de todos los impuestos y, por lo menos, patada a seguir en la negociación del referéndum. El punto de partida no es halagüeño para sus intereses porque Sánchez ha dado orden de decir que por ahí no pasa, aunque todo el mundo sabe que eso no significa demasiado. Del Sánchez del «no es no» ya no quedan ni las cenizas. Los indultos y la amnistía lo calcinaron del todo. Vio la posibilidad de pasar a la posteridad como el solucionador de la cuestión catalana y se quemó a lo bonzo. Y ese es justamente el problema. Si lo hizo una vez puede volver a hacerlo en cualquier momento. Pincho de tortilla y caña a que nadie está en condiciones de garantizar lo contrario.
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