pincho de tortilla y caña
Este agosto
Me dispongo a cerrar por vacaciones esta humilde columna de opinión sin saber a ciencia cierta qué pasará en los próximos días en la arena de la política. En condiciones normales agosto suele ser un mes baldío en el que no se labran grandes acontecimientos ... porque los destripaterrones andan ya en meyba o en bikini, a la espera de que amaine la canícula y sus seseras, menos abotargadas, vuelvan a ser capaces de maquinar intrigas palaciegas. Pero hace mucho que dejamos atrás las condiciones normales. De un tiempo a esta parte los meses de agosto y sus aledaños se han convertido en épocas informativamente feraces.
La gran duda de este año era hasta dónde llegaría la largueza del PSOE en la negociación con los indepes de Esquerra para investir a Illa como presidente de la Generalitat. Como Sánchez ha accedido a darles la llave de la caja de la recaudación fiscal, que es lo que ellos le pedían, sus bases tendrán, en la consulta interna de pasado mañana, pocos argumentos para oponerse. Para salvar la cara ante la literalidad de la ley y los mohínes de los pocos socialistas que aún remugan en sus feudos autonómicos, los negociadores de Moncloa han logrado que la salida de Cataluña del sistema de financiación común se haga de forma progresiva y ahora la única salida que tienen los opositores al acuerdo, entre ellos algunos miembros de la Ejecutiva de la formación independentista, es agarrarse a esa componenda para echar por tierra el trabajo de Marta Rovira.
En contra de ese acuerdo, extramuros de Esquerra, Puigdemont hace todo lo posible por torpedearlo. Sumó sus votos a los de PP y Vox durante el revolcón al techo de gasto con el único objetivo de dejar claro que si se consuma la investidura de Illa él sembrará de minas la legislatura y convertirá la permanencia de Sánchez en el poder en un viacrucis sin Cirineos ni Verónicas que le alivien la tortura. Incluso sopesa la posibilidad de volver a España y dejarse meter en el trullo –leo con sorpresa y no poca incredulidad– para agitar las aguas de la política catalana y revertir el arreglo que impediría que tuvieran que repetirse las elecciones.
Si antes de que acabe el mes vemos a Illa encaramado al título de Molt Honorable podemos dar por casi seguro que septiembre será el inicio, para el Gobierno de España, de un tiempo de llanto y crujir de dientes en el que tendrá que bregar sin Presupuestos y sin geometría variable que le permita prescindir de la manivela de los decretazos. A pesar de todo, pincho de tortilla y caña a que Sánchez lo prefiere. Es su mejor baza para seguir pastando un poco más en la dehesa de La Moncloa y, si no hay más remedio, para venderse en una campaña electoral como el campeón que fue capaz de embridar el 'procés' y mandar el independentismo a la oposición. La alternativa es que haya repetición electoral en Cataluña y que los votos de Esquerra ya no le alcancen para entronizar a Illa en la presidencia de la Generalitat. El final del culebrón depende de lo que pase este agosto. En septiembre lo comentamos.
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