PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA
Abuso de poder
La política brinda fama, influencia, red de favores, puertas giratorias y placeres materiales a muchas personas que saben que sólo tendrán acceso a esos superpoderes mientras estén en el «candelabro»
Derecho al pataleo
Ni buenos ni malos
A mí me pasa con los políticos lo mismo que le pasaba al padre de David Gistau con Superman: odio las luchas desiguales. El enfrentamiento entre un superhéroe y un mortal hace saltar por los aires el principio sagrado de igualdad de armas, que es ... condición imprescindible para que haya una pelea justa. Todas las victorias del forzudo de Krypton constituyen un abuso de poder y ni siquiera el hecho de que vapulee a terrícolas malvados en nombre de una causa noble dignifica el principio de la ley del más fuerte. Con esto no trato de decir que los políticos sean superhéroes. No lo son, desde luego. Tampoco insinuo que estén al servicio de causas nobles. Eso, por desgracia, ocurre pocas veces. Pero sí tienen superpoderes. No al modo de Clark Kent, que posee cualidades sobrenaturales innatas, sino de una forma remotamente parecida a la de Tony Stark, que es un mortal de carne y hueso que se transforma en Ironman cada vez que se mete dentro de su armadura. La maquinaria del poder también le otorga a sus usuarios gran variedad de armas y privilegios. No pueden volar, salvo que tengan acceso al Falcon, pero se benefician de un estatus de superioridad que les permite acceder a posiciones que, con la indumentaria de ciudadanos del común, les estarían vedadas. Las ocurrencias de Óscar Puente, pongo por caso, dejarán de merecer la atención tipográfica de los periódicos cuando cese de ministro, como ha ocurrido con casi todos los que se sentaron antes que él en la bancada del Gobierno. ¿A quién le importa ahora lo que opinen Bibina Aído, Leire Pajín, Bernat Soria o Celestino Corbacho? Es un hecho indiscutible que la política brinda fama, influencia, red de favores, puertas giratorias y placeres materiales a muchas personas que saben de sobra que sólo tendrán acceso a esos superpoderes mientras estén en el «candelabro», es decir, dentro de la escafandra con las que los émulos de Stark pululan por la política. Debe quedar claro que eso no significa que se les pueda comparar con el filántropo multimillonario que utilizó sus conocimientos científicos para proteger al mundo de los peligros que le acechan. De hecho, su perfil suele ser el contrario. Ni son filántropos, ni multimillonarios ni tienen conocimientos científicos. Gonzalo Adán, doctor en Psicología Social y director de Sociométrica, los describe en un libro que acaba de publicar como «corruptos, mentirosos, inmorales y enfermos mentales». El libro se titula 'Psicología de la incompetencia política' y sostiene la tesis de que en la vida pública, muchas veces, acaban ascendiendo las personas con menos escrúpulos y, por lo tanto, con menos capacidad de sentir culpa. A su juicio, los políticos deberían ser sometidos a un proceso de selección parecido al de los funcionarios. Y añade: «cada vez que un partido intenta organizarse utiliza sistemas de elección que no son democráticos, sino vergonzosas chapuzas donde converge lo peor de la acción política: nombramientos opacos, deslealtades, nepotismo, amiguismos, mentiras y juegos de favores». Pincho de tortilla y caña a que el libro de Adán no tendrá mucho vuelo mediático. Ya se encargará el caricato de Ironman de cortarle las alas.
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