café con neurosis
Tacones cercanos
Me llama la atención que no se observen movimientos de liberación para desprenderse de esta lastimosa y dañina moda del zapato de tacón
Anteanoche, vi salir a mis dos nietas mayores, muy elegantes, pero con una mochila donde portaban los zapatos de tacón, que se pondrían al llegar a la fiesta con sus amigos. Recordé, en el siglo pasado, en un invierno en Nueva York, la sorpresa que ... me produjo ver a las mujeres en la calle, calzadas con botas flexibles y cómodas, mientras en el interior de las oficinas veías a la inmensa mayoría de jefas y empleadas subidas a unos zapatos de alto tacón. Aquella paradoja tenía su explicación: al salir del trabajo, se quitaban los bonitos zapatos de tacón, se ponían las feas y cómodas botas, y eso explicaba que la mayoría de las chicas llevaran por la calle una bolsa en la mano, porque allí guardaban sus zapatos de tacón.
El pie de los seres humanos es más ancho en la parte final y más estrecho en el talón. Por un misterio, que algún día descubrirá la ciencia, los zapatos femeninos son más estrechos en la punta, donde los dedos sufren, y más anchos en la parte del talón. Además, el alto tacón provoca –según los médicos– artrosis de rodilla, inflamación del tendón de Aquiles, esguinces de tobillo, neuroma de Morton, fascitis plantar, varices, y una segura opción para tener juanetes.
En China, durante siglos, las niñas, a partir de los 10 años, soportaban un doloroso vendaje de sus pies, según versiones clásicas, porque los pies pequeños propiciaban un buen matrimonio y, según explicaciones más recientes, porque era tan doloroso andar que así podían estar largas horas sentadas, trabajando con las manos y produciendo. Ese tormento secular ha desaparecido en China, pero el tormento, tan estético como irracional, del zapato de tacón alto, con una terminación puntiaguda, cuya incomodidad explica la geometría más elemental, se mantiene vigente en Occidente.
Parece que el zapato de tacón se creó para que los hombres pudieran montar cómodamente a caballo. Luego, la cuestión evolucionó de lo funcional a lo ornamental, y en Florencia y en Versalles comenzó a matrimoniarse la elegancia con las molestias inherentes a un diseño, que parece inventado para lesionar a las mujeres y favorecer el trabajo de traumatólogos y pedicuros.
Nunca he calzado zapatos femeninos y, por supuesto, soy contrario a prohibir cualquier acción humana que no cause daños a terceros, aunque sea tan absurda como el martirio voluntario. Simplemente, me llama la atención que en la China comunista haya desaparecido la tradición del pie vendado, y en el capitalismo –tan 'me too' y tan 'me all'– no se observen hasta el momento movimientos de liberación en la materia para desprenderse de esta lastimosa moda, que no es obligatoria, causa padecimientos, y garantiza un futuro de trastornos crónicos e incurables. No por la mala cabeza, sino por meter los pies para obedecer a la moda.
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