CAFÉ CON NEUROSIS
Su soberbia le derrotará
El sobresaliente cum laude de soberbio lo logró cuando, tras el rechazo y bronca en Valencia, sus primeras palabras fueron «Estoy bien»
No pudieron esperar al lunes
Si yo fuera el hijo de...
Las prostitutas, los policías y los periodistas, tenemos algo en común, derivado de nuestra actividad, y es que conocemos a mucha gente, y de muy variada condición. Por eso mismo, nos basta observar un par de gestos o actitudes para descubrir al roñoso, al tímido, ... al pobre disfrazado de rico, al normal, al ruin, al pródigo, al patoso y, por supuesto, al soberbio. He conocido a bastantes soberbios y ninguno era tonto. Y también he observado que, cuando la soberbia superaba a su listeza, su propia soberbia los destrozaba.
En estos momentos, el soberbio más conocido de España, aglutina todas las características del soberbio de libro: es muy susceptible y puede considerar ofensiva la ironía o un inocente juego de palabras; los reproches, o el apunte a que se ha equivocado, lo considera un ataque a Su Persona; el narcisismo –¡tan autocomplaciente!– le obliga a obsesionarse consigo mismo; no admite que haya podido hacer daño a nadie, y señalarlo puede provocarle frustración, y la frustración deriva en un ataque de ira.
¿Lo reconocen? Es muy sencillo, porque ejerce de una manera constante. Por eso, sube al tren delante del Rey, porque el protocolo y las jerarquías no son para los soberbios. Por eso, en las audiencias reales, se coloca junto a los Reyes para recibir la salutación de los invitados, hasta que le avisan de que Su Persona no es el Rey. Me recuerda a un personaje muy soberbio, de mi Zaragoza natal, que fue al funeral de despedida del padre de un amigo y, a la salida del cementerio, cuando los deudos y familiares se colocan para recibir las condolencias de quienes han asistido, el soberbio, tras el abrazo a su amigo, se colocó junto a él, y recibió también el pésame de cada uno de los asistentes, como si el fallecido no fuera el padre de su amigo, sino el del soberbio.
La falta de encaje, ante su repetido fracaso político, en Madrid, la consideración de que es un ataque a Su Persona, le impele a acciones peligrosas y arriesgadas, como la misión a la que embarcó al fiscal general del Estado, que ha pasado, de obediente criado, a presunto delincuente, y de ahí la desbandada de muchos de sus colaboradores, ante el estupor de nuestro soberbio.
El sobresaliente cum laude de soberbio lo logró cuando, tras el rechazo y bronca en la valenciana Paiporta, sus primeras palabras tras salir corriendo de allí fueron «Estoy bien», porque suponía que el resto de los 48 millones de españoles estaban desasosegados y pendientes de su estado anímico.
El mundo está cambiando, pero el soberbio contempla satisfecho su ombligo. Ya decía Einstein, más inteligente y nada altivo, que «el que se erige en juez de la verdad y el conocimiento, es desalentado por las carcajadas de los dioses». Y el dios de la soberbia lo aniquilará.
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