CAFÉ CON NEUROSIS
La paz sin libertad
En Ucrania, ese sacrificio, ese dolor, esa heroicidad, no pueden quedar sepultados bajo la mierda avariciosa de comerciar con metales raros
Otra vez los Sudetes
Cuando el cine es un espejo
A nadie le gusta la guerra, tampoco a los militares. A nadie le gusta el delito, tampoco a los policías. Si tenemos policías es porque no nos agrada que nos atraquen, que nos roben, que nos amenacen. Si existen los ejércitos, no es debido ... a que nazcan y crezcan, en todos los países, miles de personas a las que les gusta bombardear y disparar sobre soldados de otros territorios, sino para evitar que un egoísta, un loco o un asesino, llegado al poder, nos invada y arrase nuestra libertad.
El continente europeo lleva en paz –relativa– ochenta años. Me da pereza acercarme a las enciclopedias clásicas o digitales, pero creo que es el más largo periodos de paz. Eso ha sido posible al miedo a echar mano de las armas nucleares, cuyos efectos irreversibles espantan; al fracaso del comunismo en Rusia; y a la creación del Tratado del Atlántico Norte, que convertía, cualquier pequeña invasión a un pequeño país, en una declaración de guerra a todos los países occidentales del área judeocristiana, es decir, la clara posibilidad de iniciar, no un conflicto local, sino la III Guerra Mundial. Gracias a esa tensión, y al miedo a las consecuencias de violencias imprudentes de unos países sobre otros, íbamos camino de un siglo en paz.
Pero ha llegado Donald Trump, le ha pegado una patada al tablero mundial, y estamos ante un cambio de época, cuya composición futura ignoramos cuál puede ser. Lo que sí sabemos es que una paz humillante no es una paz duradera, sino un incentivo para que el violento que se sienta ganador siga en el peligroso juego. Y que, cuando nos declaran la guerra, no contestamos para defender sólo los bienes materiales o el honor, que también, sino para poder seguir disfrutando de la libertad. Por asegurar esa libertad unas 80.000 personas han perdido la vida en Ucrania. Ayer, en las páginas de ABC, unas mujeres, que lloran a las personas que amaban, nos recordaban que ese sacrificio, ese dolor, esa heroicidad, no pueden quedar sepultados bajo la mierda avariciosa de comerciar con metales raros, porque entonces convertimos esas muertes heroicas en un sacrificio inútil, y damos un paso más para un sometimiento futuro, que arrasará la libertad de quienes dieron la vida para que la conserváramos.
No merece la pena luchar hasta la muerte, ni por un consejo de administración, ni por el Producto Interior Bruto. Pero sí por la libertad. Y una paz, que trata a los héroes como esclavos ignorantes, nos puede llevar a todos a la esclavitud.
Digan lo que digan esos patriotas de ultraderecha de salón, dispuestos a alquilar su patria, y esos cínicos de izquierda, que mienten, y tendrían una disfunción intestinal, si estuvieran en Ucrania, con un uniforme, defendiendo de verdad la libertad.
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