café con neurosis
Herederos sin escrúpulos
Ya han sacado los muebles, y todavía no han llegado las excavadoras, pero el polvo que levantarán, provoca un miedo objetivo
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A los amigos recientes se les conoce en los viajes, y a los hermanos en las herencias. En el viaje afloran los pequeños egoísmos, mientras en las herencias estallan, inesperadas, envidias ocultas y avaricias tan enmascaradas como sorprendentes. En este momento, los herederos del PSOE ... más brillante de este siglo se disponen, no a vender los muebles de la casa, sino a derruirla y construir sobre el solar un nuevo edificio.
El PSOE social-comunista de la II República, el que amañó las elecciones de 1936, no tiene nada que ver con el joven partido socialdemócrata, apadrinado por los socialistas alemanes, y con muchos padres en el interior, entre los que destacan los nombres de Felipe González, Alfonso Guerra y Nicolás Redondo Urbieta. La generosidad de Nicolás Redondo Urbieta, dando un paso atrás, para que el liderazgo lo asumiera Felipe González, y la inteligencia y habilidad de dos docenas de los nuevos socialdemócratas para librarse de la melancolía y la desorientación de los viejos exiliados, sobre todo de Méjico, conformaron un socialismo moderno y europeo, que contribuyó a modernizar y a normalizar España.
Con sus sombras, claro, pero también con sus luces, en un periodo nada tranquilo, y en el que hubo cuatro intentes de golpe de Estado -cuatro- aunque sólo se recuerde el de Tejero. El quinto, sucedido hace seis años en Cataluña, se intenta ahora borrar de la memoria, con la misma insistencia en que se intenta borrar que la banda asesina de ETA tiene hoy herederos y admiradores, a través de partidos políticos en los que militan y gobiernan.
La falta de escrúpulos de los herederos se muestra sin pudor, porque alguno de los padres que construyeron y amueblaron la casa del moderno y europeo socialismo español, todavía viven, y si se les ocurre opinar que derruir el edificio no es buena idea, reciben críticas y desprecios de quienes se han beneficiado de su labor. O se les despacha. La mayoría de los herederos sin escrúpulos, de hoy, desconocen las vicisitudes que ocurrieron entre el final de los sesenta y el decenio del setenta, porque o no habían nacido, o se encontraban en el parvulario.
Pero su vergonzosa falta de escrúpulos no se basa en la ignorancia, sino en el temor a perder el privilegio del puesto o puestecito que ostentan, en el egoísmo del interés individual, fiel reflejo de su líder, cuyas acciones se dirigen a sus ambiciones personales, sin importarle lo que le ocurra al partido y, mucho menos, lo que le ocurra a España.
Ya han sacado los muebles a la calle, y todavía no han llegado las excavadoras, pero el polvo que levantarán, provoca un miedo objetivo en la generación que se comprometió para que sus hijos vivieran mejor. No sabía esa generación que, entre esos hijos, algunos se convertirían en herederos sin escrúpulos.
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