Chivite y la coherencia

El primero fue Antonio Conejo Salguero, en Pamplona, en 1983, y el último Diego Salvá Lezáun, navarro destinado en Baleares. Doña María Chivite, que estaba tan contenta que declaró el día de la expulsión como un día histórico para Navarra, no tuvo ningún recuerdo para quienes dieron su vida, intentando que los asesinos etarras se movieran con incomodidad por las tierras navarras. Espero que no le den a leer el poema que un socialista como ella –Víctor Manuel Arbeloa– escribió en honor a esos hombres que se jugaron y perdieron la vida en Navarra y que comienza así: «Nos vamos a la calle /a defender la vida, /a romper los tentáculos del miedo, / a desgranar las uvas de la ira, / a sentirnos vivir al aire libre / sin fantasmas de muerte en cada esquina, / a levantar banderas de esperanza / que al terror no se rindan».

Doña María Chivite parece que no se ha rendido al terror, sino que comparte el entusiasmo con el brazo político de los terroristas y se identifica con ellos, lo que puede traer más días de gloria a Navarra y a doña María Chivite. Por ejemplo, teniendo en cuenta que el Duque de Ahumada era de Pamplona… (Sí, de Pamplona, y, por cierto, quien descubrió la partida de nacimiento fue un navarro asesinado por los etarras)… Pues eso, que teniendo en cuenta que el fundador de la Guardia Civil era de Pamplona, y tiene un monumento en la avenida de Galicia, algo harán entre Bildu y doña María.

El monumento fue costeado por la Diputación Foral de Navarra e inaugurado en 1979, año del centenario de su fallecimiento. Fue obra de otro escultor y artista navarro, Fructuoso Orduna, pero me imagino que ya estará programado su derribo por parte de doña María Chivite. En el pedestal puede leerse «Navarra al Duque de Ahumada». Me imagino el sufrimiento de las finas sensibilidades de los militantes de Bildu y doña María cada vez que pasen por la avenida de Galicia, de Pamplona. Su demolición podría decretarse para el 1 de agosto, día del Ospa Eguna, la celebración de la jornada de odio a la Guardia Civil.

No tengo dudas de la coherencia de la presidenta de Navarra y el júbilo de sus socios, ese club de fans de los asesinos etarras.