la barbitúrica de la semana
Suspender la verdad
Hay políticos y políticos. Unos tienden a ocultar la verdad, otros a manipularla y los más peligrosos a suspenderla. Ésta deja de constituirse en evidencia para esfumarse en la propaganda, el dogma o la revelación. Igual que decretamos una realidad a golpe de enunciado –yo ... me percibo como gato– hemos asistido a la abolición de un hecho en su más elemental demostración y verificación. El mundo convenido –leyes, acuerdos, consensos– es susceptible de abolición. Pedro Sánchez se abrió paso en la vida pública como un tren de alta velocidad. Que no quedara un colchón de la Moncloa ni una institución en pie, el PSOE incluido. Va camino de lograrlo, con el añadido de que lo acompaña en ese viaje la fauna más mostrenca –nacionalistas de izquierdas y derechas, secesionistas, comisionistas, porteros de club de alterne, asesores de sátrapas–. Más que cambiar de opiniones, las desecha. Todo cuanto negocia es reversible, reciclable o revocable. Dobla la apuesta sin miramientos, carga la bala, se la juega como un ruletista.
En Sánchez prometer y delinquir pueden convertirse en sinónimos si las circunstancias así lo exigen y, a juzgar por sus negociaciones, queda claro que un presidente puede gobernar ya no a favor de un determinado signo político o grupo, sino en contra de la igualdad de los ciudadanos. Condonar la deuda a Cataluña, amnistiar a prófugos, camuflar favores, menoscabar la separación de poderes, sustituir la negociación por los decretos o sexar medios han sido manifestaciones concretas de cuán peligroso fue Pedro Sánchez desde el comienzo.
El asunto, sin embargo, se agrava. Comienza a sobrepasar el tejido de lo político para desgarrar los órganos vitales del sistema democrático. El poder ejecutivo actúa como un virus, un agente infeccioso que sólo puede replicarse dentro de las células de otros organismos. El primer vector fue su propio partido, la televisión pública, luego sus socios de Gobierno y los que para serlo pasaron por fases de intermitencia, negociación y posterior extorsión. Entre medias, se alojó en el CIS. Al poder legislativo llegó, también, la carcoma de las formas, la erupción de la monserga, la inflamación del catecismo y el desplome de los anticuerpos democráticos.
De la sastrería legislativa a la degradación, división y bochorno del poder judicial, más evidente ahora que las causas de corrupción se manifiestan en sus cuadros más cercanos, desde su exsecretario de Organización José Luis Ábalos hasta su mujer, Begoña Gómez, investigada por tráfico de influencias. El despacho de las diligencias al respecto –desde el uso de la Abogacía del Estado al papel de la Fiscalía– induce al descrédito.
Sánchez es inmortal e inmoral. Desde que consiguió las migajas de la moción de censura, se manifiesta como un trepador sin fisuras, un fumigador de la verdad. Lo que no le conviene, lo ignora, lo mete bajo la alfombra, lo suspende, lo deroga, lo extingue. Más que mentir, extingue la verdad y se sueña a sí mismo por encima de ella. Pero para convivir, para mantener la cordura, es necesaria una evidencia elemental. ¿Se atreverá también con ésa?
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete