la barbitúrica de la semana
Abolir la soberbia
Lo hizo primero Andrés Manuel López Obrador y repite ahora su sucesora en el gobierno, Claudia Sheinbaum: ajustar cuentas con Hernán Cortés, con el Estado español e incluso con el mismísimo Rey de España. En 2018, López Obrador envió una carta a Felipe VI ... para exigir disculpas al monarca por la Conquista. Seis años después, Sheinbaum decidió no invitarlo a su toma de posesión por el mismo motivo. Renta mudarse a vivir a los debates coloniales, ¡contra Hernán Cortés se vive mejor! En 2021 se conmemoró el quinto centenario de la toma de Tenochtitlan, la gran capital del imperio azteca, que cayó el 13 de agosto de 1521 tras el asedio de las tropas españolas al mando de Hernán Cortés, con el apoyo de otros pueblos tiranizados por los 'mexicas', que se sumaron a la ofensiva militar. Desde entonces, han transcurrido varias revoluciones: la francesa, la industrial y hasta la de Emiliano Zapata.
A pesar de eso, el paisaje social mexicano permaneció inmóvil, aunque Porfirio Díaz edificara una réplica de la ópera parisina, Benito Juárez padeciera una invasión francesa y los hijos de los hijos de Lázaro Cárdenas gobernaran a manos llenas durante casi un siglo. El PRI generó un régimen de partido único y el narcotráfico se erigió como el poder incontestable. México nunca corrigió la desigualdad social. Los que pudieron solventarla no lo hicieron y los que todavía pueden hacerlo prefieren ponerle un telegrama a Hernán Cortes.
En el sexenio de López Obrador fueron asesinadas casi 200.000 personas, de ellas cerca de una docena de periodistas. En ese mismo tiempo, en esa afición que tienen los megalómanos de escucharse a sí mismos y obligar a los demás a hacerlo, AMLO convirtió sus 'Mañaneras' en una homilía contra opositores, periodistas y críticos. La misiva de agravio de López Obrador y el gesto de Sheinbaum son una versión azteca del «qué han hecho los romanos por nosotros» de los Monty Python, una puesta al día del atrezo del que se vale la demagogia para distraer.
En 1989, durante una lectura de poemas en la Residencia de Estudiantes, en Madrid, el Nobel e intelectual mexicano Octavio Paz dijo: «Deberíamos abolir la arrogancia y la susceptibilidad entre España e Hispanoamérica». En esa misma intervención, Paz explicó cómo los países muy ideologizados tienden a la desigualdad y la corrupción. López Obrador, que es nieto de campesinos tabasqueños y cántabros, basó buena parte de su discurso presidencial en el agravio como justificación del exceso.
Antes de dejar el poder, propuso una reforma judicial según la cual los jueces serán elegidos por el voto popular y las sentencias supervisadas. El asunto ha generado controversia: mientras López Obrador insiste en que servirá para terminar con la corrupción y la impunidad en la Justicia, sus detractores afirman que atenta contra la división de poderes. Es la arrogancia de quienes saben que será siempre más fácil reinventar el agua tibia que resolver el viejo acertijo de la pobreza y la corrupción. Lo de siempre: usar la historia, para tapar la política.
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