el ángulo oscuro
'Los asesinos de la luna'
Es un cine 'pasado de moda', con una historia desgarradora y unos personajes revulsivos, con una progresión dramática modélica
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Me dio la impresión, a la vista de la platea casi desierta, que 'Los asesinos de la luna', la nueva película de Martin Scorsese, no será un éxito apoteósico, al menos en su paso por la sala oscura. Pero tampoco creo que una película así ... pueda disfrutarse cabalmente en otro sitio que no sea una sala oscura; ni creo que las personas que gustan de pegarse panzadas de series sistémicas puedan disfrutar de una película tan hermosa, tan pausada, tan tranquilamente avasalladora. 'Los asesinos de la luna' es un cine 'pasado de moda' (o superador de modas que nacen caducas), con una historia desgarradora y unos personajes revulsivos, con una progresión dramática modélica, con una planificación admirable y un montaje sereno que convierte las tres horas y media de proyección en una hermosa experiencia estética. Dudo mucho que el público nervioso y de gusto estragado por las grotescas pirotecnias del 'cine de superhéroes' y las baboserías 'woke' que fabrican las 'plataformas de streaming' pueda disfrutar, o siquiera entender, un cine que trata de iluminar el misterio humano.
En 'Los asesinos de la luna', Martin Scorsese nos narra un episodio lóbrego de la historia secreta de los Estados Unidos que no entraremos a detallar. El mayor desafío de la película, sin duda, lo constituye la elección del protagonista, un zopenco interpretado por Leonardo DiCaprio; pues, aunque la historia no está narrada desde su punto de vista, el espectador no puede evitar mirarla a través de sus ojos, que son ojos pitañosos de bodoque y secuaz estólido de su criminal tío (interpretado por Robert de Niro) pero también ojos enamorados de su esposa india (una desarmante Lily Gladstone) a quien desea salvar mientras la está matando, a quien desea matar mientras la está salvando, en un enredijo moral del que no es ni siquiera consciente, o sólo de forma muy brumosa, porque sus cortos alcances y la devoción a su protervo tío le impiden comprender lúcidamente lo que está sucediendo.
Este es el intríngulis verdadero de la película, que siembra de exasperada zozobra cada secuencia. El espectador sabe que el protagonista ama como un becerro a su mujer y a la vez sabe que obedece como un gozquecillo a su tío; y espera en ascuas que en algún momento esa tensión se resuelva en catarsis. Quizá la elección de DiCaprio como protagonista perjudique la verosimilitud de la película, porque para aceptar que un actor especializado en encarnar a vivales más listos que el hambre interprete a un zote hace falta cierta suspensión de la incredulidad. Pero también es cierto que, precisamente por ello, el personaje de DiCaprio se vuelve más repulsivo y conmovedor a un tiempo, proyectando sobre el espectador los dilemas que él no quiere o no sabe afrontar. No miré ni una sola vez el reloj durante las tres horas y media que dura 'Los asesinos de la luna', absorto en su narración y en sus personajes; pero supongo para ello conviene amar sin tasa el cine clásico.
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