la tercera
España en Bolonia
Cuando se celebran 660 años es justo recordar a quienes en diferentes periodos salvaron la Institución, consiguiendo que el de los españoles sea hoy el único colegio medieval supérstite en la ciudad universitaria por antonomasia
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Según la RAE, 'bolonio' es un estudiante o graduado del Real Colegio de España en Bolonia. Desde su fundación en 1364 por el cardenal Gil de Albornoz, son legión quienes completaron su formación en la Universidad más antigua de Occidente gracias a la visión ... y generosidad del restaurador del Estado Pontificio en el siglo XIV.
El cardenal quiso que jóvenes de la Península Ibérica pudieran estudiar en la afamada universidad de la ciudad de los pórticos. Instituyó testamentariamente su Colegio como 'Domus Hispanica' y confió su protección a sus familiares. Vive exclusivamente de su patrimonio, lleva casi siete siglos cumpliendo aquella voluntad fundacional y hoy desarrolla una importante actividad académica y cultural que le ha hecho merecedor de un incuestionable prestigio.
La creación de Albornoz nos permite además conocer la historia de España, Italia y Europa. Las biografías de sus colegiales sirven de guía. El Renacimiento en el caso de Antonio de Nebrija o Antonio Agustín, la coronación de Carlos I en 1530, la extensión hacia América gracias a los juristas y religiosos que allá viajaron o los estudiosos que de allí llegaron, como Luis de Usoz y Rio. Sin olvidar el surgimiento de la burocracia moderna, como ha estudiado el diplomático y colegial Dámaso de Lario, los conflictos del siglo XVIII, la unificación de Italia en el XIX o el violento siglo sucesivo.
Aquí conocieron también la democracia muchos de nuestros estudiantes, cuya experiencia fue luego útil en la Transición. Luis Cosculluela, Rafael Gómez-Ferrer, Jesús Leguina, Jaime García Añoveros, Pedro de Vega, Elías Díaz, Rodrigo Bercovitz, Rafael Entrena, Fernando Suárez, Sebastián y Lorenzo Martín Retortillo, Álvaro Rodríguez Bereijo o Jorge Rodríguez Zapata, entre otros.
Una destacable prole la 'albornociana'. Centenares de estudiosos que han contribuido a nuestro país a coste cero para el contribuyente y que merecen desde luego reconocimiento. Pero cuando se celebran 660 años es justo recordar a quienes en diferentes periodos salvaron la Institución, consiguiendo que el de los españoles sea hoy el único colegio medieval supérstite en la ciudad universitaria por antonomasia.
En efecto, en otros tiempos evitaron la desnaturalización, venta, traslado o clausura del Colegio, la familia Malvezzi, una de las más notables de la ciudad, que siempre se preocupó por su bien. El cardenal Mezzofanti, determinante a finales del siglo XVIII en plena invasión napoleónica, protegiendo su tesoro más preciado: la biblioteca. El cardenal Riario Sforza y el cardenal Ercole Consalvi, claves en el siglo XIX para conservar su independencia, sus estatutos y catolicidad. Enfrentándose directa y enérgicamente a quienes tenían otros planes.
Destaca en este periodo el rector J. Mª. Irazoqui, que se encerró años en el Colegio y no dudó en resistir al poder político del floreciente Estado italiano y al siniestro Manuel Marliani, neutralizando las intenciones de quienes habían conseguido hasta confundir a la Reina Isabel. Tan heroico personaje protagoniza la novela 'El huésped del rector', de José Guillermo García Valdecasas, figura destacadísima como seguidamente referiré.
A finales del XIX la situación no podía ser peor. Los ecos del regalismo y las maniobras ministeriales presagiaban un desvío del curso histórico de la Institución, pero los colegiales lo impidieron. En 1895 crearon la «Corporación de Antiguos Colegiales» para que su voz se considerase. A D. Andrés Avelino de Arteaga, marqués de Armunia y Ariza, entre otras dignidades, y por tanto Patrono de sangre del Colegio, se le otorgó la presidencia honoraria como heredero del fundador. Así consta expresamente en el acta fundacional. Años después, su hijo D. Joaquín Ignacio de Arteaga y Echagüe junto a Álvaro Figueroa y Torres, conde de Romanones, entonces Presidente del Consejo de Ministros, y un grupo heterogéneo de colegiales, entre los que figuraban Pedro Borrajo y Hermenegildo Giner de los Ríos, se conjuraron para defender su autonomía e independencia del Colegio. Ni la República, ni la Guerra Civil Española, tampoco la Guerra Mundial ni la Dictadura, acabarían con esta Casa de Españoles. Siempre tuvo quien la defendiera, incluso de los más poderosos asaltantes.
La Transición trajo más problemas. Con el Colegio muy dañado económicamente, especial recuerdo merecen D. Marcelo González Martín, arzobispo de Toledo, quien defendió con fiereza su independencia y catolicidad frente a los planes del gobierno ya democrático. Y por supuesto, nuestros Patronos D. Íñigo de Arteaga y Falguera y su hijo D. Íñigo de Arteaga y Martín, también el rector García Valdecasas. El avasallamiento ministerial y de un grupo de intrigantes, que todavía hoy pretenden gobernar el Colegio contra la muy mayoritaria voluntad de colegiales, no pudo ser más innoble.
El mismo trato dispensan hoy en no pocos conciliábulos al Patrono, D. Iván de Arteaga y del Alcázar, a quien niegan tal condición pese a ser cristalino que le corresponde como prueban los documentos existentes en el Archivo del Colegio. Su compromiso y sacrificio, sin más interés que defender el Colegio ante un enjambre de oportunistas y arribistas merece todo reconocimiento y así lo testimoniaremos siempre. Ante la intriga, la posición y las influencias, las armas de nuestro tiempo, no nos queda más que vivir esperanzados en las hoy quijotescas ideas de verdad, libertad, justicia y felicidad.
El cardenal Gil de Albornoz hizo un regalo a la nación española, no al Estado español. Obligado a huir de Pedro I el Cruel, pensó un Colegio universitario para hacer el bien a España cuando ésta ni existía. Su creación ha procurado algunos de los más ilustres intelectuales, como los definió el Papa Juan Pablo II. Otros muchos, sin ser colegiales, desde Moratín a Cervantes o Galdós, tuvieron curiosidad por conocerlo y acercarse al modelo que ayudaría a desarrollar el sistema universitario español, como evidencian las constituciones de los colegios universitarios que fueron apareciendo posteriormente en España.
Este aniversario no podemos sino felicitarnos, pero también recordar los peligros y amenazas entre las que ha sobrevivido el Colegio. Intrigas, traiciones, banderías y relatos que nos han llevado a situaciones esperpénticas. La modernización siempre fue el argumento. Los modernizadores de hoy, como los de antaño, dicen y creen saber lo que hay que hacer con el Colegio. Fieles a no sabemos qué obediencias, movidos también por rencores personales, ignoran que esa actitud es la que hizo desaparecer en Bolonia a todos sus homólogos, negando al mismo tiempo la verdad que sobre el Colegio arroja su propio archivo, si acaso su mejor portavoz.
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